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Reportaje:Mundial de baloncesto 2006

Una final bajo el 'efecto Gasol'

España, sin su mejor jugador, y Grecia se disputan hoy el título mundial de baloncesto en un duelo de estilos antagónicos

Robert Álvarez

La selección española se juega hoy frente a Grecia la posibilidad de alcanzar su primer título mundial de baloncesto sin el mejor jugador de su historia. La ausencia de Gasol cambia por completo la perspectiva del partido. Todo puede suceder, pero nada será igual sin él. Lo que pierda en potencial lo puede ganar el equipo español en motivación. Sin embargo, el agujero que deja Gasol es enorme. No cuenta el cuadro español, casi ninguno, con un cinco de su clase o siquiera de su envergadura. Una prueba: es el tercer máximo anotador del torneo, con una media de 21,3 puntos, y el segundo máximo reboteador, con 9,4 capturas. Pepu Hernández, el técnico del conjunto español, deberá afilar otras armas para paliar una baja tan sensible, un punto de anclaje del que pocas selecciones disponen.

Los griegos cuentan con dos cincos muy físicos: Papadopulos (2,10 metros) y el tremendamente corpulento Schortsianitis (2,06). Tendrán tela que cortar los pívots españoles, entre los que, al menos, ya se puede contar de nuevo con Felipe Reyes tras la lesión que le dejó fuera de las tres cuartas partes del torneo. Garbajosa será probablemente quien deba asumir el trabajo de Gasol como primera referencia cerca de los aros, donde es probable que su hermano, Marc, tenga bastante que decir, así como un alero con capacidad para reconvertirse en cuatro como Carlos Jiménez.

La selección griega, que ganó el Campeonato de Europa del año pasado, en Belgrado, ha completado igualmente un magnífico Mundial. A diferencia de otras veces, ha demostrado que también es capaz de vencer con marcadores abultados. Pero destaca sobre todo por su dominio del ritmo del juego. Joan Creus, ayudante de Pepu, define su estilo: "Son muy prácticos y se basan en unos pocos conceptos, pero muy claros. Imponen un ritmo de juego lento. Meten muchos balones interiores para Papadopulos y Schortsianitis. Son unos maestros en los bloqueos directos con continuación en la parte central de la pista y también en las penetraciones. Con eso solucionan los partidos, leyendo siempre cada jugada en función de los jugadores que tienen en la cancha. Poseen tres jugadores de un inmenso talento y capaces de jugar hasta en tres o cuatro posiciones diferentes como Papadopulos, Diamantidis y Spanulis".

Pepu aboga por la recuperación de la velocidad del juego español después del paréntesis que supuso en este aspecto la semifinal frente a Argentina. "Tenemos que saber en qué somos superiores: en velocidad, en jugar en toda la cancha, quizás en el rebote y en actuar sin complejos", dice el seleccionador. "Creo que somos competitivos, expertos, y no creo que nos ganen en nada. Debemos buscar nuestro camino y ser consecuentes", apostilla a continuación.

Suceda lo que suceda, el baloncesto tendrá un nuevo campeón mundial. Por primera vez desde 1963 no será ni ruso, ni serbio, ni estadounidense. El cuarto puesto es la mejor clasificación obtenida tanto por España, en 1982, como por Grecia, en 1998. La final se corresponde con un torneo que en esta edición ha sido dominado por los equipos europeos. Los griegos ya han obtenido dos títulos europeos (1987 y 2005) mientras que los españoles han adquirido cierta fama de segundones porque a la final olímpica perdida contra Estados Unidos en Los Angeles 84 hay que añadir otras cinco derrotas en finales europeas (1935, 1973, 1983, 1999 y 2003).

Frente a quienes hurgan en la carencia de éxitos de oro y el cúmulo de derrotas en los momentos culminantes, Pepu se atiene al espíritu ganador de la magnífica generación de jugadores que dirige: "Este equipo tiene ambición. Con estos jugadores es más difícil gestionar la ambición y la ansiedad por la victoria que el conformismo".

Calderón, Navarro, Garbajosa y compañía no quieren ni oír hablar de la ausencia de Gasol como una excusa. Desean vencer y dar a España el primer gran título de la historia. Veinticuatro años después de la plata olímpica y siete después del oro del Mundial júnior que abrió una nueva perspectiva, hoy, en la remota ciudad japonesa de Saitama, puede empezar una nueva era para el baloncesto español.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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