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Moción de censura contra Camps
Columna
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Una decisión inevitable

Ignasi Pla se ha decidido a presentar una moción de censura contra el Gobierno de Francisco Camps. Una iniciativa política de calado y arriesgada, pero inevitable. A nueve meses vista de las elecciones autonómicas y con las encuestas en contra al líder socialista le quedaban pocas opciones. La estrategia de esperar y ver -tan grata para algunos de sus asesores de confianza- se ha revelado como un fracaso. Los enormes esfuerzos del PP para perder las próximas elecciones no han sido suficientes para recortar de manera sustantiva las diferencias entre populares y socialistas, entre otras razones porque el mantra, repetido hasta la saciedad por politólogos y asesores de comunicación, según el cual los comicios no los gana el partido en la oposición, sino que los pierde el que está en el poder sólo es verdad en una pequeña parte. La muletilla en cuestión sirve para arrumbar la política en beneficio del ventajismo y para cavar la tumba de no pocos políticos profesionales. Los ciudadanos no se conforman con ver perder, exigen la presentación de programas alternativos que es cosa diferente de la alternancia por la que parecía apostar la dirección del PSPV.

Hace ahora dos años, Pla anunció la presentación de una moción de censura, pero nadie le prestó mucha atención. En realidad no se le prestó ninguna. No es el caso de la actual. ¿Qué ha cambiado en este periodo? Básicamente el desfondamiento político del Consell, que fue más que evidente en la respuesta ofrecida tras el trágico accidente de la línea 1 del metro de Valencia que acabó con 44 víctimas mortales. El dontancredismo -una de las aportaciones a la gestión pública de Francisco Camps- reveló su inanidad e ineficacia. No se puede permanecer mudo, ciego y sordo ante los escándalos urbanísticos, los casos de corrupción del PP o el deterioro de los servicios públicos, confiando en que ya escampará. Ni justificar una (in)acción de gobierno con la existencia de un enemigo interior (Eduardo Zaplana) y otro exterior (José Luis Rodríguez Zapatero) porque estas excusas sólo delatan la ineficacia de ese gobierno.

El dontancredismo también afecta(ba) al líder de la oposición. Pla ha permanecido quieto en la sede de su partido, confiando en que el PP -más alguna que otra propuesta espolvoreada aquí y allá- se bastaría para perder la Generalitat. La estrategia defensiva de los socialistas, ha quedado claro, es insuficiente. Tenían que pasar al ataque. De ahí la necesidad de dar un golpe de mano, de arrojar una piedra en el aburrido estanque de la política valenciana. Y el líder socialista lo ha hecho o, por mejor decir, lo va a hacer. Es una decisión arriesgada, qué duda cabe. En la democracia española existen escasos antecedentes de mociones de censura: Felipe González frente a Adolfo Suárez, Hernández Mancha frente a González, Touriño/Beiras a Manuel Fraga, y... Josep Piqué contra Pasqual Maragall. Ninguna prosperó porque ninguno de sus promotores disponía de la mayoría suficiente para derrotar a sus adversarios, pero todas ellas sirvieron para trasladar a los ciudadanos la existencia de otra manera de hacer política, de la existencia de una alternativa. Pla precisa dar a conocer su proyecto, su programa. Nada más a mano que una moción de censura que, antes que necesaria u obligada, es inevitable. Al menos para el PSPV si quiere gobernar en 2007.

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