Malditos roedores
Mientras en Holanda seguían comiéndose el marrón parlamentario de qué hacer con el marido de la reina, acusado de estar relacionado con los sobornos de la compañía norteamericana de aviones Lockheed -aunque la verdad es que los partidos no estaban muy por la labor de mover ficha-, aquí acabábamos agosto sin lograr saber siquiera los nombres de los implicados españoles en el caso. El Departamento de Justicia estadounidense no soltaba prenda, alegando que su personal no había vuelto de vacaciones, y tampoco cabían grandes protestas, porque habíamos empezado a investigar cuatro meses después de que lo hicieran otros países europeos. O sea que abordábamos los preámbulos del nuevo curso sin datos sobre la distribución de 1.350.000 dólares a funcionarios españoles interesados en lograr contratos de compraventa para la firma norteamericana.
Mientras, teníamos otros entretenimientos. En Madrid, por ejemplo, una cochinada que titulamos 'Safari' de ratas en Entrevías, y que, como su propio nombre indica, consistía en un concurso entre los barrios de Entrevías y Pozo del Tío Raimundo para ver quién cazaba la rata más gorda y el mayor número de ellas. Era, debe explicarse, una forma de protesta contra el número de estos animalitos -¡Malditos roedores!- que había en la zona, ante el silencio del Ayuntamiento, y llevaba aparejada una entrevista entre las asociaciones de vecinos y "el alcalde en funciones, señor Villoria, y el delegado de saneamiento en funciones", todos, dadas las fechas, muy en funciones (incluso las ratas, que, con el calor, hacían su agosto).
Resultó ser ganador absoluto un ciudadano llamado Pedro Huertas, quien, con sus propias maninas, y ayudado solamente por piedras y palos, obtuvo nueve ejemplares, entre ellos uno de 325 gramos, que le supuso el premio de 2.500 pesetas, y con el que le fotografiamos convenientemente en la sección local.
Hay que añadir que el año anterior había ganado el propio delegado de saneamiento, pero porque se presentó con un grupo de expertos y abundantes productos químicos, y así, cualquiera. Un poco más y las elimina a todas, y deja a los vecinos sin protesta y al alcalde sin contencioso. La celebración de esta nueva edición del certamen probaba la buena voluntad del delegado, que sólo quería concursar, y no que se le fuera la mano en el exterminio.
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