Españoles devorados
La caravana de Pánfilo de Narváez llegó para capturar a Hernán Cortés. Los mexicas se los comieron.
En junio de 1520, una caravana de las tropas del conquistador Pánfilo de Narváez, compuesta por unas 550 personas -entre españoles, indígenas, negros, mulatos y mestizos-, cayó en manos de guerreros del reino de Texcoco. Muchos de los hombres, mujeres y niños cautivos terminaron sacrificados en rituales mexicas. Entre ellos, una mujer española sexagenaria, cuya vida fue ofrendada a la diosa Tozi, la madre de todos los dioses aztecas.
La antropofagia religiosa formó parte de las ceremonias realizadas en distintos puntos sagrados de lo que es hoy el Estado de Tlaxcala, según el arqueólogo Enrique Martínez, coordinador del equipo científico que trabaja en la zona desde hace más de una década. Según las investigaciones realizadas, las personas que viajaban con Pánfilo de Narváez venían de Cuba, con la misión de capturar a Hernán Cortés y formar una colonia: "De ahí que trajeran una enorme diversidad de gente y de animales domésticos, como vacas, caballos, borregos, perros, cerdos y gallinas. En la caravana capturada también había individuos heridos, además de enseres personales de los conquistadores, incluso del propio Cortés".
Los hallazgos incluyen huesos hervidos, lo que ha dado lugar a pensar en canibalismo
Hasta el momento se ha logrado identificar entre quienes fueron sacrificados a 20 españoles -ocho mujeres-, siete negros y dos mulatas, pero hubo muchos más hombres y mujeres de los pueblos prehispánicos, principalmente tlaxcaltecas, totonacas, otomis y mayas, según los estudios realizados por el doctor Carlos Serrano.
La captura de la caravana fue todo un acontecimiento. De entrada, provocó que la población de Teocaque, que tradicionalmente se dedicaba a recolectar y distribuir pulque (aguardiente del cactus Maguey), se triplicase. Además, forzó a una transformación arquitectónica. Los mexicas y sus aliados de Texcoco pidieron instrucciones a la Gran México-Tenochtitlán. Llegaron entonces varios sacerdotes que ordenaron la creación de un "punto de encuentro entre los hombres y los dioses" en el centro de la población, donde se erigieron tres plazas resguardadas por un muro.
En estas áreas sagradas comenzaron los sacrificios rituales, de acuerdo con el calendario de fiestas mexica (de 20 días por mes). Se elegía a los cautivos de acuerdo a su edad y sexo, e incluso a sus grados como guerreros, pues para cada dios había que destinar a alguien en especial. Así, desde finales de junio de 1520 a finales de febrero o principios de marzo de 1521, contó Enrique Martínez, tuvieron lugar los rituales que incluían el sacrificio humano. Los cuerpos de los ofrendados fueron en ocasiones desmembrados y algunas partes fueron comidas por un grupo selecto integrado por sacerdotes, guerreros y miembros de la clase dominante.
Los muros construidos protegían las zonas sagradas y aislaban el centro de la ceremonia para que no se contaminara. Según Martínez, allí se dedicaban los sacrificios a dioses como Huitzilopochtli -deidad de la guerra-, al que se le ofrecía el zompantli (altar de cráneos). También se veneraba a Mayahuel, dios del pulque; a Tlaloc, señor de la lluvia; a Mictlantecutli, amo del inframundo; a Tezcatlipoca, dios de la pureza y el pecado; a Tozi, madre de todos; y a Quetzaltcoatl.
Los hallazgos incluyen huesos hervidos, lo que ha dado lugar a pensar en el canibalismo. Esta práctica del hervido tenía que ver con la limpieza de los huesos, que para los pueblos antiguos de México eran casi sagrados. Por ello colocaban los cráneos en el zompantli o en sus casas.
Martínez pone de relieve que en el momento en que se producen la captura y los sacrificios, los pueblos de la zona se resistían a la conquista. Cuando incluían a españoles o guerreros de otros pueblos en los sacrificios y se comían algunas partes, trataban de engullir su fuerza y su energía, para seguir en la batalla. En Teocaque, algunos de los restos como los huesos y las calaveras fueron exhibidos por los mexicas y texcocanos. Con ello querían enviar un mensaje a los indígenas que se aliaban con los conquistadores: "Ven, esto es lo que les pasará si se acercan", dice el arqueólogo.
El experto también subraya que Cortés supo lo que estaba pasando con la caravana capturada, pero no acudió en su ayuda. Incluso cuando reconquista Tenochtitlán evitó pasar por la zona sagrada donde se hicieron los sacrificios. La riqueza cultural del sitio excavado abarca la arquitectura, la historia, el centro ritual y las pertenencias de los conquistadores.
La arqueóloga Ximena Chávez, jefa del Departamento de Resguardo de Bienes del Museo del Templo Mayor, sostiene que el sacrificio humano era un ritual que no se dio únicamente entre los aztecas (mexicas). Esta ceremonia aparece reflejada primero en la cosmovisión mesoamericana, desde épocas muy antiguas, e incluía la decapitación, y tiene auge en Teotihuacán, y más tarde entre los pueblos mexicas, que "no son los inventores", concluye. Ella descarta totalmente que se tratara de una cuestión relacionada con el canibalismo como práctica común e insiste en que se trata de un asunto religioso y que no fue tan masivo como dicen los cronistas españoles, que los exageraron para justificar de alguna manera las matanzas de indígenas.
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