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Columna
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Llegan los bárbaros

El alcalde de Getafe posee una cualidad que se echa a faltar en la política profesional, la imaginación esa que los jóvenes ilusos del 68 quisieron llevar al poder para destruirlo mejor. Pedro Castro es un político creativo, capaz de hallar las soluciones más imaginativas para los problemas más ordinarios y de animar el debate público con asuntos originales y polémicos que dan que hablar y que pensar, no sólo a los ciudadanos de su urbe ejemplar, sino a los de toda la Comunidad. Para el retorno de septiembre, periodo de adaptación y calentamiento, Pedro Castro ha elegido un tema de envergadura, descapitalizar Madrid y trasladar la capitalidad autonómica a su amada ciudad, que tiene todos los merecimientos para recibirla. Con su iniciativa, piensa el alcalde que se terminaría con la bicapitalidad, estatal y autonómica, de Madrid, una bicefalia que va en detrimento del poder comunitario, cuando fuera de las fronteras madrileñas se habla, generalmente mal, de Madrid, se habla de Zapatero y no de Esperanza Aguirre.

Madrid, capital de España; Getafe, capital de Madrid; éste es el plan, un plan utópico, por lo menos a corto plazo, porque, aun suponiendo que la propuesta de traslado fuera bien recibida por el electorado comunitario, a la nueva sede capitalina le saldrían muchos más pretendientes que aportarían méritos y títulos para avalar sus candidaturas. De momento, la sugerencia del edil getafense no ha sido bien recibida en Leganés, ciudad hermana y cercana, y por lo tanto rival acérrima y eterna; las fraternidades cainitas del estilo Villarriba y Villabajo siguen cohesionando rabiosamente a los españoles del siglo XXI y lo que aguante.

Al conocer los proyectos de Castro, el alcalde en funciones de Leganés le ha sugerido que no se quede corto y reclame la capitalidad de Plutón, que es un planeta enano y más adaptable a su propuesta, pero tal vez no haya sido una buena idea porque Getafe queda más cerca de Plutón que de Leganés, gracias a su industria aeronáutica y a su participación en proyectos astronáuticos europeos. Con retintín y a chufla se lo han tomado también en Móstoles, otra posible capital por aquello del patriotismo. Getafe, Leganés, Móstoles, Alcalá de Henares y San Lorenzo de El Escorial, Aranjuez y Villalba, Alcobendas, Navalcarnero, Alcorcón, San Sebastián de los Reyes... la polémica está servida y el plazo de inscripción abierto.

Tras la bravata de Castro, dispuesto a echarle un pulso a la mismísima Cibeles, se oculta una propuesta alternativa más pragmática, posible y deseable, la descentralización del poder comunitario mediante la dispersión de sus instituciones, organismos y consejerías por otras localidades madrileñas. Tras ironizar sobre la toma del famoso castillo de Madrid por los bárbaros por él abanderados, Pedro Castro reclama para Getafe la Consejería de Economía e Innovación Tecnológica, ajustada petición para una ciudad en la que lo mismo te hacen un avión que un barco o un cohete espacial. Generoso, propone también el edil trasladar la Consejería de Cultura a Alcalá de Henares, iniciando así una competición, nutrida y reñida, sobre todo en algunas competencias, como las referidas al urbanismo. ¿Llevamos urbanismo a Torrelodones, a Pozuelo o a Las Rozas? Ahí está el quid de la cuestión, la piedra de toque, el ladrillo filosofal, aunque no se descartan pugnas enconadas en otras consejerías. ¿Agricultura para Navalcarnero o para San Martín de Valdeiglesias? Está claro que Aranjuez recibiría en el reparto Parques y Jardines y El Escorial la de Patrimonio, pero en otras áreas se prevén complicaciones y largas demoras. Una posible solución sería hacer consejerías itinerantes, gobiernos transeúntes y nómadas que lleven a los ciudadanos de toda la Comunidad el espectáculo de la política en directo.

Como madrileño agobiado por el peso de la bicapitalidad, soy partidario del reparto y de la trashumancia a nivel autonómico y nacional; si por mí fuera traspasaría a un módico precio la capitalidad estatal a Barcelona, que está en primera línea de playa, más cerca de París y a cuatro pasos de Bruselas. Exportemos a nuestros políticos, no los necesitamos, los turistas que nos visitan no vienen a ver políticos sino monumentos, museos y tabernas típicas.

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