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Reportaje:Cambio en la alcaldía

De los réditos del 92 a la sombra del Fórum

Clos despide nueve años de mandato con el grado más bajo de aceptación, pese a seguir impulsando la transformación de Barcelona

Tras casi nueve años al frente de la alcaldía, Joan Clos la abandona en el nivel más bajo de aceptación de los barceloneses y a pesar de que la ciudad ha seguido experimentando un proceso de transformación en todos los frentes. El alcalde que casi rozó la mayoría absoluta fue también el que logró los peores resultados electorales.

- La llegada. Joan Clos sustituyó a Pasqual Maragall en la alcaldía el 26 de septiembre de 1997, en el ecuador del mandato municipal. Los socialistas tenían entonces 16 concejales en el consistorio y gobernaban con IC (tres ediles) y los dos del fugaz Partit per la Independència (PI), liderado por Pilar Rahola y nacido como una escisión de ERC. Un Clos pletórico aseguró en su primer discurso y ante la destacada ausencia del entonces presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, que la ciudad había vencido al pesimismo y a la falta de ideas que vaticinaban algunos agoreros tras los Juegos Olímpicos de 1992. Entre las prioridades de su mandato apuntó la construcción de la tercera pista del aeropuerto, el impulso de la red ferroviaria y el desarrollo de la región metropolitana, especialmente en los transportes, aspiraciones que aún están por resolver. Miquel Roca, líder de la oposición municipal de CiU, reprochó a Clos lo que en su día se le tiró en cara a Maragall y ayer se volvió a repetir con el probable alcalde Jordi Hereu: que accedía al cargo sin haber sido cabeza de lista de su partido.

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- La reválida. En 1999, la lista socialista liderada por Clos obtuvo 20 concejales y el 45,2% de apoyo electoral, el mayor porcentaje logrado nunca por el PSC en Barcelona en unas municipales, aunque sin llegar a la mayoría absoluta de los 21 ediles de 1983 y 1987. El tripartito se reeditó, con ICV y ERC, y en ese proceso rebrotó el debate sobre la presencia que había de tener el aparato del PSC en el consistorio. Antonio Santiburcio, dimitido en 1996 a raíz del caso Movilma, relativo a la adjudicación de unas obras municipales, fue nombrado segundo teniente de alcalde y ocupó el cargo durante dos años hasta su muerte, en 2001.

- La Carta Municipal y 22@. Con el PP en el Gobierno y CiU en la Generalitat, entre 1999 y 2003 fue imposible desbloquear el reconocimiento que Barcelona exigía con la Carta Municipal, ni impulsar la construcción del AVE, del que se decía que podía llegar en 2004. Los precios de la vivienda se empezaron a disparar y ya por entonces Clos advertía sin demasiado acierto del riesgo de estallido de la burbuja inmobiliaria. La transformación del barrio del Poble Nou en el distrito tecnológico del 22@ es la foto más agradecida del mandato, con la instalación de más de 200 empresas y la creación de 21.000 puestos de trabajo.

- La caída. En los comicios de 2003 la lista socialista cayó en picado y logró 15 concejales. Clos atribuyó

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el batacazo a la marginación de la ciudad por parte del Gobierno central y de la Generalitat, plasmada en un déficit de inversión pública. Pese a todo, la plácida labor que le hizo la oposición de CiU y el PP le allanó siempre su mandato.

- El desengaño del Fórum. Tras el fiasco electoral, Clos puso su empeño en llevar a buen puerto el Fórum de las Culturas 2004, un proyecto heredado de la etapa de Maragall. Según la publicidad institucional, el evento "movería el mundo". No fue así. Los tres millones de visitantes que pasaron durante los cuatro meses de celebración quedaron muy lejos de la cifra prevista. Según una encuesta municipal, dos de cada tres barceloneses ni siquiera se asomaron por el recinto, aunque la mayoría aprobó las reformas urbanísticas en torno a Diagonal Mar. El desengaño del Fórum sirvió a la oposición para lanzar duras críticas al alcalde. No sólo por el escaso interés del evento, sino también por su excesivo presupuesto.

- El desgaste del Carmel. A principios de 2005, y cuando el debate sobre el Fórum aún coleaba, sobrevino el accidente del Carmel. El hundimiento de un túnel del metro en este barrio provocó el derrumbe de cuatro edificios y el desalojo de más de 1.200 personas. Pese a no tener competencias en la materia, la crisis del Carmel provocó un serio desgaste electoral de Clos. Así lo reflejaron los sucesivos barómetros trimestrales del Ayuntamiento. En octubre, los ciudadanos puntuaron a Clos con un 5,1, mientras que el 40% juzgaba "mala o muy mala" la gestión del equipo de Gobierno. En enero, la situación fue crítica y el alcalde obtuvo un 5 pelado. Los pésimos resultados provocaron que algunas voces del PSC cuestionaran a Clos como alcaldable en 2007.

- Civismo y división. El último y agitado mandato de Clos también ha estado marcado por los problemas de incivismo, que se hicieron patentes en el verano de 2005: el aumento de la prostitución callejera, de la mendicidad organizada y de las conductas vandálicas en la calle pusieron en alerta a los vecinos. Para atajar esta situación, Clos impulsó la famosa ordenanza de civismo, cuya tramitación acabó en la más sonada división del tripartito municipal en lo que va de mandato.

Para aprobar la ordenanza -que castiga con sanciones más altas las conductas incívicas- el PSC sólo contó con el voto favorable de uno de sus socios de Gobierno, ERC, mientras que el otro, ICV, votó en contra. El PP se abstuvo y CiU votó a favor de la norma, que provocó protestas de colectivos y asociaciones vecinales. Aun así, el vandalismo se extendió en el centro de la ciudad en el primer semestre, a raíz de diversos actos multitudinarios. El macrobotellón celebrado en el Raval o la celebración de los títulos del Barça acabaron con graves disturbios. Los daños al mobiliario urbano y a los comercios fueron cuantiosos.

- Reformas y logros. En abril, la marcha del concejal de Cultura, Ferran Mascarell, al Gobierno catalán, obligó a Clos a reformar el cartapacio. El alcalde aprovechó para preparar su relevo y nombró portavoz municipal a Jordi Hereu.

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