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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Grass, Hamsun y la cultura

La polémica en torno a la figura de Günter Grass por su adhesión voluntaria a la SS cuando tenía 17 años es la típica reacción en torno a la figura de un gran escritor cuando se descubre un punto débil u oscuro de su vida. Saramago dijo algo parecido en este mismo periódico y no hace falta tirar más en esa dirección. Sin embargo, me interesa particularmente la repetición del mismo fenómeno en la historia de la literatura, que es muy nocivo para la cultura si la entendemos como una gran biblioteca. Muchos libros e incluso autores brillantes e imprescindibles fueron quemados por algo parecido. Quiero aprovechar la situación de debate a raíz de lo sucedido para recordar la figura de un hombre que cometió un error parecido en los últimos años de su vida y que por culpa de ello ha sido desterrado de las plazas y las calles de su propio país y halla reposo en muy pocas bibliotecas. Me refiero al también premio Nobel de Literatura Knut Hamsun, un noruego que siendo ya anciano manifestó su apoyo a la campaña nazi en Noruega, obviamente equivocado pero sin sospechar lo que se le venía encima (como le ocurriría a Günter Grass, supongo, cuando confesó con honestidad un error de juventud). Knut Hamsun, cuya primera novela, Hambre, se adelanta a todos los movimientos que en Europa marcarían el rumbo de la literatura del siglo XX, apenas aparece en los libros de texto; apenas se enseña en las clases de literatura. Pasó que su país y las élites culturales decidieron que Hamsun había traicionado a Noruega y a la democracia, y con todo tipo de juicios (legales, morales, personales...) se le recluyó en su casa alegando que estaba loco. Hubo, al margen de su persona, algo muy importante que resultó dañado: su nombre y su obra fueron casi borrados del firmamento de los grandes escritores; un premio Nobel, como Grass, simplemente neutralizado. Aun sin entrar a juzgar la actuación de la persona, de la que los paladines pueden seguir disputando sus opiniones e incluso sus juicios personales, no debemos permitir que pague las consecuencias la obra monumental de Günter Grass como le pasó a la de Hamsun. Porque eso sería un crimen contra la cultura; un crimen que no debe repetirse.

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