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Reportaje:La seguridad de la capital

Los vigilantes del subsuelo

Una unidad específica de la policía patrulla el laberinto bajo tierra que forman los 2.000 kilómetros de túneles y colectores

F. Javier Barroso

Madrid esconde en sus entrañas un enorme laberinto de galerías subterráneas y colectores. Casi 2.000 kilómetros de túneles y cloacas, la distancia que separa a la capital de Berlín. En su interior se mezclan hedores, aguas sucias, ratas y un submundo vigilado noche y día por 37 especialistas de la Sección de Subsuelo de la Jefatura Superior de Policía de Madrid. Proteger las visitas de mandatarios extranjeros y de la Familia Real, velar por la seguridad de edificios singulares y establecer dispositivos especiales de vigilancia son sus principales cometidos.

Un mono azul oscuro, unas botas de agua altas, casco blanco con luces y un detector de gases forman el equipo de estos especialistas. Así pertrechados bajan al subsuelo madrileño. Por eso se han ganado el sobrenombre de topos entre sus compañeros.

Los agentes trabajan en guardias de 24 horas y siempre bajan de dos en dos a las galerías
"Orientarse aquí abajo es muy difícil. No hay referencias", explica uno de los agentes

Los agentes aparcan la furgoneta en un lugar alejado de la circulación. Abren una alcantarilla y se introducen en la oscuridad, donde baja la temperatura, el oxígeno y el ruido.

"Orientarse aquí abajo es muy difícil. No hay ninguna referencia y todos los túneles, después de horas, pueden parecer iguales", explica el agente Juan Bravo, con una larga experiencia en la sección. Tan sólo en los colectores más antiguos, los que discurren por el centro de la ciudad, hay placas en las paredes que informan de la calle que hay en la superficie.

Los agentes siempre caminan despacio y sus recorridos no suelen durar más de dos horas. La falta de oxígeno de las profundidades, unida a la humedad, hace que el trabajo resulte muy pesado y la fatiga aparezca enseguida. Y se une que muchas veces tienen que pasar por encima de sacos terreros.

La capital tiene unos 200 kilómetros de galerías. Suelen estar muy próximas a la superficie. Por ellas discurren servicios como la señalización de los semáforos, electricidad y telecomunicaciones, además de agua limpia para hogares e industrias.

Son también las más cómodas de visitar. Están más limpias, a veces tienen también luz y un suelo de hormigón o arena. "Se trata de servicios básicos importantes para la población, por lo que deben estar controlados para que la ciudad no se paralice", explica el policía Manuel Víctor Martín.

En cambio, los colectores son otro mundo. Forman unos 1.800 kilómetros de túneles estrechos -a veces no cabe ni una persona por ellos- que salen de todas las calles de la capital y van a parar a grandes arterias. Llevan aguas residuales donde se mezclan suciedades y heces. Bajar a estas grandes galerías supone alcanzar en algunas ocasiones hasta 50 metros de profundidad. Casi todos siguen la caída natural del agua. Como los que discurren adyacentes al paseo de la Castellana, que desembocan en una enorme tubería que termina en la depuradora de La China, en Villaverde.

Los grandes colectores fueron construidos hace varios siglos en Madrid y desde entonces han sufrido retoques para que no se vinieran abajo. En los grandes, las cúpulas están hechas de ladrillos, y la cuna (por donde transcurre el agua), por tejas que resisten bien el paso del tiempo y de millones de litros de agua.

Es en los colectores donde la labor policial resulta más difícil. Como siempre prima la seguridad, cuando llueve los agentes no bajan a ellos. "Puede venir una gran avenida de agua y te lleva directo a la depuradora, sin que te puedas agarrar a nada", aclara Bravo. Este especialista, al igual que sus compañeros, está siempre orientado en el laberinto del subsuelo. "Después de tantos años de servicio, me desplazo con tranquilidad, sobre todo por los colectores más céntricos", añade. Los agentes deben estar pendientes de los ruidos, para percatarse de los riesgos.

Muchas veces los policías tienen que ir casi de rodillas en colectores que no miden más de medio metro de ancho y un metro de alto. Otros, en cambio, tienen hasta pequeñas aceras llamadas andenes. "Como Madrid es tan grande, tenemos nuestras claves. Ponemos nuestras señales en determinados puntos. Si bajamos y las vemos, no seguimos adelante. Si han desaparecido, inspeccionamos el túnel", comenta Martín.

El mal olor es la nota predominante en estos colectores. Las aguas residuales arrastran miles de kilos de suciedad. Un pitido cada minuto es la salvaguarda de los agentes. Es el detector de gases que avisa de la presencia de metano, que se genera por la descomposición de la materia orgánica. "Cuando empieza a pitar, hay que salir muy rápido porque ese gas no se huele y puedes morir en minutos", precisa Martín. La concentración de oxígeno no puede bajar del 17%, ya que de otro modo los agentes perderían la conciencia. En muchos sitios no supera el 20%.

Un detalle curioso es que algunos colectores huelen especialmente bien. A perfume. Y el agua, en lugar de ser gris negruzca, tiene un color verdoso o azul. "Es el agua de las lavadoras. Se nota sobre todo en los desagües de los hoteles, por la gran cantidad de agua y los detergentes que usan", afirma Bravo.

La presencia de ratas es frecuente en estos colectores, según los policías de Subsuelo. Al principio, cuentan, les sorprendía. Después de años de servicio, se han convertido en compañeras de viaje. "Cada vez hay menos, ya que el Ayuntamiento tiene una empresa especializada en matarlas. Cada cierto tiempo cambia de veneno", explica el agente Bravo.

Los agentes trabajan en guardias de 24 horas. Siempre bajan de dos en dos y un tercero se queda arriba para solucionar cualquier eventualidad, vigilar la boca por la que han bajado y estar pendiente de la emisora. Pueden ser requeridos por la sala del 091 -el teléfono de emergencias del Cuerpo Nacional de Policía- para descender a una galería y comprobar si se ha producido un butrón. Sólo cuatro edificios de la capital tienen cámaras subterráneas de seguridad. Los agentes prefieren no desvelar cuáles son. Para el resto deben ir a comprobar ellos mismos. La sección tiene un listado de los bancos con cajas privadas de seguridad, de las joyerías y de los edificios más importantes para la seguridad del Estado.

También hacen labores diarias de vigilancia. Cada vez que hay reunión en el Congreso de los Diputados y en el Senado, los policías bajan a las alcantarillas y controlan todo un perímetro de seguridad. Igual ocurre cuando la Familia Real hace alguna visita o tiene algún acto. También en partidos de fútbol o acontecimientos multitudinarios. Los agentes inspeccionan los alrededores en busca de explosivos.

"Antes había más butrones desde el subsuelo. El sitio donde más se daban era en Vallecas, donde trabajaban los poceros. Ahora los ladrones prefieren hacerlos desde locales contiguos, tirando alguna pared", asegura Martín. También participan en la resolución de homicidios. En ocasiones les piden que vigilen las alcantarillas por si el asesino ha tirado en ellas el arma utilizada. "A veces las hemos recuperado. Entonces hacemos que nos acompañen los compañeros de Policía Científica para que la recojan y fotografíen", comenta el subinspector Chamorro, uno de los responsables de la sección.

Tras un largo paseo, es hora de subir a la superficie. Debe hacerse despacio. El cambio de temperatura, de presión y de calidad del aire hace que el cuerpo empiece a sudar a raudales. "En invierno no soltamos los constipados", bromea Chamorro. "El subsuelo de Madrid es otra ciudad en sí misma. Hay que dar gracias porque aún es desconocida", dice.

Al igual que sus compañeros, lleva muchos kilómetros de túneles recorridos a pie, despacio, en silencio y escuchando lo que ofrecen las entrañas de la ciudad.

Reportaje gráfico realizado por Ricardo Gutiérrez.

La jefatura con la jornada más larga

La única de las 17 jefaturas superiores de España que funciona las 24 horas es la Sección de Subsuelo de Madrid.

Así ocurre desde que fue creada en 1958 como parte de la extinguida Policía Armada que prestaba servicio en la capital.

Su función, hoy como entonces, era "luchar contra el constante aumento, especialidad y variedad de la delincuencia", según consta en los documentos de la época.

Los policías que llevan más tiempo en la sección reconocen que antes había más inseguridad en los túneles de la ciudad. Los operarios de Telefónica o de las compañías eléctricas acostumbraban a dejar sus herramientas en los subterráneos, por lo que muchos rateros bajaban a robárselas. También se apropiaban de las bobinas de cobre para venderlas después.

Otros agentes recuerdan que hace dos décadas eran frecuentes los butrones en los bancos y entonces su presencia era más que necesaria.

También han participado activamente en la lucha antiterrorista. Cuando se produce un atentado inspeccionan la zona afectada por si hubiera algún artefacto explosivo.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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