El fútbol infantil deja las aceras
La Escuela Deportiva de San Blas se ha visto desbordada tras el 'desembarco' del Valencia, que quiere convertirla en cantera de jugadores
"Antes jugábamos en la calle. El poste de la luz y una piedra o una cartera nos servían de portería. Pero las cosas cambian", dice Paco, que lleva a su hijo a la Escuela Deportiva Municipal (EDM) de fútbol del distrito de San Blas.
Su hijo Fran ya no juega en la acera, sino en el campo de hierba artificial de la escuela. Y su ilusión no es derrotar al equipo del barrio vecino. Fran, de 14 años, delantero centro, se desmarca y chuta con la esperanza de convertirse en un jugador profesional. "Es lo que más me gustaría en la vida", asegura.
Como él, otros 280 chicos de la escuela sueñan con vestir una camiseta con su nombre a la espalda y el escudo de un gran club. Lo del escudo es importante. De hecho, a los elegidos de la escuela se les distingue porque ya no usan la modesta camiseta blanca de la EDM, sino la equipación oficial del Valencia, publicidad de Toyota incluida.
"Es la primera vez que hacemos pruebas para entrar", asegura el director deportivo
El club ché firmó el año pasado un acuerdo de colaboración para convertir la escuela en un vivero de jugadores. La primera consecuencia ha sido el cambio de nombre: la humilde EDM San Blas va a llamarse Escuela Mestalla-San Blas. La segunda, el efecto llamada. El desembarco del Valencia ha desatado el entusiasmo de los chicos y, sobre todo, de los padres que han acudido en tropel a apuntar a sus hijos.
Así que, por primera vez, hay muchos más solicitantes que plazas. Si la temporada pasada jugaban 286 niños en 19 equipos, el aliento ché ha propiciado que en el curso 2006-07 haya 32 equipos y 480 niños. "Es la primera vez que hacemos pruebas para entrar. Hemos admitido 50 chicos para alevines, y había más de 100 que querían entrar. No tenemos ya ni campo ni sitio, faltan instalaciones", reconoce Victor Andrés Canales, director deportivo de la escuela y entrenador de infantiles.
La EDM San Blas es sólo un ejemplo del proceso de profesionalización encubierta que viven las escuelas de barrio. La voracidad de los clubes de fútbol por atar a las futuras estrellas ha propiciado que ya no se conformen con sus propias canteras, sino que extiendan sus tentáculos por los barrios.
En el caso de la EDM de San Blas la irrupción del Valencia ha causado una revolución con la que no todos están conformes. La escuela nació en 1991 con el fin de sacar a los jóvenes de la droga. El barrio albergaba entonces la colonia de Los Focos, a donde peregrinaban diariamente cientos de yonquis. Al principio, apenas eran unos terrenos embarrados. Luego la droga fue expulsada y se construyeron las actuales instalaciones, dos campos de futbol-7 y uno de fútbol-11. Pero ha llegado el Valencia y se han quedado pequeños. Los padres se quejan de que los chicos del barrio se quedan fuera.
Pese al esfuerzo, en tiempo y dinero, muy pocos niños (o muy pocos padres) alcanzan el objetivo de llegar a un equipo grande. "El fútbol es muy exigente y tienes que atesorar muchísimas cualidades para poder llegar arriba. A algunos les llama el Madrid, el Atlético o el Rayo y les hacen pruebas. Si luego no los cogen, vuelven a la escuela cabizbajos pero para eso estamos, para subirles la moral y convencerles de que el fútbol no se acaba", dice Canales.
Lobo Diarte, el ex jugador del Valencia que se va a encargar de supervisar los trabajos de la escuela, es más crudo. "Cuesta mucho llegar a profesional. Entra uno de cada 17.000", asegura. Diarte también tiene como misión seleccionar a los chicos que despuntan y ofrecerles una prueba, una semana en la escuela de Paterna, en Valencia. "Si pasan, ya se forman allí, con derecho a residencia y se les paga los estudios", explica.
De momento, sólo ha propuesto a tres chicos de la EDM, entre ellos, Fran. Diarte mantiene el discurso oficial de que la principal misión de la escuela es la formación humana de los chicos, pero es difícil abstraerse de la parte menos humana, si se tiene en cuenta que un contrato puede resolver la vida al niño y a su familia.
Otro de lo cambios perceptibles en el entorno del fútbol infantil es la irrupción de las madres. Como Encarna, una viuda que acompaña al campo a su hijo Víctor, ahora con 16 años, desde que era benjamín. "Está lesionado, tiene una rotura fibrilar y ahora me dice el entrenador que no sabe en que equipo lo va a meter porque no sabe como juega. No digo que sea un crack pero es un buen centrocampista", apunta.
Contancia es la madre de Raúl, de 16 años, que juega en la escuela desde los siete. Ella se reparte el seguimiento con su marido, Carlos, que pertenece a la directiva. "Yo entiendo más de fútbol que ella, pero el niño le hace más caso a la madre. A los entrenamientos vengo yo, pero ella va a los partidos", dice Carlos. "Si hay que firmar algún contrato, los firmó yo, como la madre de la Pantoja", bromea Constancia.
"La única diferencia entre el Madrid y nuestros infantiles, es que ellos entrenan 12 horas a la semana y nosotros, tres. Y aún así a veces les ganamos", dice Jesús Gutiérrez, presidente de la escuela.
Fran no hizo las pruebas con el Valencia, por las reticencias de los padres a que viviera fuera de Madrid. Pero el Atlético de Madrid ya se ha fijado en él. En la escuela de San Blas están comenzando a cambiar las cosas.
Soñar con ser Ronaldinho sale muy caro
Inscribir a un hijo en una de las escuelas de fútbol de la región puede salir caro. Y mucho. Sobre todo si se trata de una escuela asociada a las federaciones regionales de fútbol, o de una que tenga un convenio con un club.
La EDM de San Blas pertenece a esa última categoría. Se sufraga exclusivamente con las aportaciones de los padres. Porque el salto que dan los chiquillos desde el parque de su barrio al campo de hierba artificial no sale gratis. En San Blas, la matrícula cuesta 200 euros e incluye equipación, fichas federativas y dos sesiones de entrenamiento de hora y media semanales. "Y ahora nos lo suben a 250 euros, una pasta", recalca Constancia, la madre de un jugador.
Las quejas de Constancia subirían de tono si su hijo Raúl fuera a una de las escuelas de fútbol de la Fundación del Real Madrid donde la matrícula alcanza los 374 euros anuales. Y lo peor, es que esa cantidad no permite ingresar en las categorías inferiores del club. De eso se encarga la cantera, que depende directamente del club. Sólo unos pocos afortunados salen de las escuelas y engrosan las plantillas de los 12 equipos canteranos.
Todo lo que tenga que ver con fútbol y niños es negocio seguro. El último grito son los campus de verano donde se combina la enseñanza del fútbol con otras actividades lúdicas y deportivas. Las matrículas de los campus de verano del Real Madrid y del Atlético de Madrid constaron 820 y 895 euros respectivamente. Y a principios de verano no quedaba ni una plaza. Asimismo existen los clinic, o seminarios prácticos, que suelen coincidir con las vacaciones escolares. Dos o tres días regateando con alguna figura del club de sus amores puede costar unos 300 euros.
Puede que los ídolos de los niños sean Ronaldinho o Fernando Torres. Pero seguro que a los padres lo que les gustaría es que su hijo fuera Eric Lamela, un crack argentino que despuntó con 12 años. Muchos clubes pujaron por él. Al final se quedó en el argentino River Plate. Nadie sabe la cifra que desembolsó el club, pero el padre de Lamela confesó haber pedido "una casa, colegio, trabajo y 10.000 euros al mes".
Con mocosos de 12 años manejando estas cifras, habría que retocar la canción de Joan Manuel Serrat que comienza "Niño, deja ya de joder con la pelota". Y añadir: "Y si lo haces, al menos que te fiche el Barça".
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