_
_
_
_
Reportaje:AVENTUREROS EXTRAVAGANTES

El bravo Gunga Din cretense

George Psychoundakis, pastor de cabras, traductor de la 'Odisea' y la 'Iliada', fue un héroe de la resistencia contra los nazis

Jacinto Antón

Como Gunga Din, el esforzado aguador indio del poema de Kipling, el cretense George Psychoundakis parecía poca cosa. Era bajito y delgado, con rostro y pelo revuelto de pillastre. Pero, al igual que el humilde acompañante de las arrogantes tropas del Raj, Psychoundakis parecía no conocer el miedo, y los altivos y orgullosos guerreros a cuyo lado combatió firmarían con los ojos cerrados -y acaso humedecidos por una inconfesable lágrima- la aseveración final del poema: "¡Juro por Dios que eres mejor hombre que yo, Gunga Din!".

George Psychoundakis, pastor de cabras de las montañas de la Creta central que luchó contra la ocupación nazi de la isla -unos villanos más siniestros aún que los estranguladores thugs a los que Hollywood hizo que Din se enfrentase en el célebre filme de 1939 (Gunga Din) con Cary Grant, Victor McLaglen y Douglas Fairbanks Jr.-, es un avatar del héroe modesto, el individuo que se alza desde el pétreo anonimato de una existencia llana y menesterosa, incluso miserable, para jugarse la vida con el coraje, la gallardía y la generosidad de un caballero andante.

La Gestapo puso precio a su cabeza. Salvó de los nazis a un oficial británico disfrazándolo de viejecita y haciéndolo pasar por su abuela

Es aún más notable el hecho de que su valor refulja en un medio, la Resistencia cretense, prolijo en personajes espectaculares: disparatados y engreídos guerrilleros locales con complejo de pallikari (héroe) y sus alocados y no menos suficientes compañeros británicos, el puñado de aventureros enrolados en los servicios secretos de Churchill para acciones de insurgencia y sabotaje que en su mayoría eran románticos chicos universitarios de buena familia educados al estilo de Eton.

Psychoundakis nació el 3 de noviembre de 1920 en el pueblecito de Asi Gonia y ha querido el destino que haya ido a morir, en Canea (Creta), este año de 2006, el 29 de enero. Era el mayor de cuatro hermanos, y toda la familia vivía en una casa de una sola habitación y consagrada al cuidado de un magro rebaño de cabras y ovejas.

Desde niño, algo impulsó a George a trascender intelectualmente esa vida agreste de hambre y trabajo agotador. Aprendió a leer y escribir y se esforzó en conseguir todo el conocimiento que pudo (le atraía especialmente la poesía, escribía versos mientras hacía de pastor y llegaría ¡a traducir la Odisea y la Ilíada al dialecto y las formas de versificación tradicionales cretenses!).

La II Guerra Mundial y la invasión de Creta por las tropas aerotransportadas de Hitler en 1941 derribaron brutalmente las fronteras de su mundo. Psychoundakis se unió enseguida a la Resistencia, con el grupo local del kapetanios (líder guerrillero) Tío Petrakas, aunque eso ocasionó grandes penurias a los suyos, ya que los alemanes les robaron el ganado, su único medio de subsistencia.

En un ambiente de impresionantes y fieros luchadores, los andartes, ataviados como para un carnaval balcánico, George fue empleado como simple correo y se encargó de la menos gloriosa, pero extenuante y a menudo mucho más llena de riesgos, misión de llevar mensajes, armas, comida y repuestos entre los diferentes pueblos y cuevas donde se guarecían los bigotudos y rudos partisanos y los agentes británicos. Esquivando patrullas nazis de gatillo fácil, los rigores del clima y del abrupto paisaje, el hombrecillo, como un romántico contrabandista de Piasecki, recorrió literalmente miles de kilómetros tejiendo en el paisaje roto de su patria ocupada los frágiles hilos de la esperanza.

A pesar de los sinsabores de esa vida, Psychoundakis, cuyo nombre en la Resistencia era Bertodóulos, por Bertoldo, el payaso italiano, mantenía intacta su irreductible capacidad de bromear, lo que tiene bemoles si ha puesto precio a tu cabeza la Gestapo, corres todo el día de un lado a otro -su récord estaba en ir de Kastelli Kissamos a Paleochora, 70 kilómetros en línea recta, y no hay línea recta, en una noche- y tu mayor ágape es un puñado de caracoles.

En su libro The Cretan Runner, uno de los más conmovedores testimonios sobre la resistencia popular europea contra el nazismo, que fue publicado en inglés en 1955 (hay edición en Penguin) con traducción del que fuera su jefe, Patrick Leigh Fermor, Psychoundakis explica con estilo florido de qué manera transcurrieron aquellos agitados días y describe una serie de episodios de la lucha y la vida bajo la ocupación. Por ejemplo, cómo una vez consiguió que dos soldados alemanes le ayudaran con un burro tozudo en el que llevaba camuflado un radiotransmisor o cómo en otra salvó a un oficial británico disfrazándolo de viejecita cretense y haciéndolo pasar por su abuela. Cuando las cosas iban mal, George fingía que era idiota. Era un juego peligrosísimo porque los nazis se emplearon con especial brutalidad contra los cretenses, furiosos por la tenacidad con que éstos habían peleado durante la invasión contra sus paracaidistas. La destrucción de poblaciones y el fusilamiento de rehenes eran prácticas habituales -véase Inside Hitler's Greece, de Mark Mazower (Yale, 1993), y el canónico La batalla de Creta, de Antony Beevor (Crítica, 2002)-. Todo ello no arredró a los cretenses, acostumbrados al fragor de las armas desde que los curetes disimulaban los llantos del recién nacido Zeus en el monte Ida.

Error administrativo

The Cretan Runner se cierra en mayo de 1945 con Psychoundakis corriendo alborozado hacia el jolgorio con que Canea celebra la recuperada libertad. Le dieron una medalla, pero por un error administrativo le arrestaron a continuación como desertor y fue a parar a prisión. Luego le obligaron a luchar en las montañas de Pindo contra los comunistas griegos y al volver a Creta encontró a su familia tan empobrecida que hubo de emplearse como peón caminero para mantenerla. Posteriormente fue carbonero y extra en Zorba el griego (1964), y en 1974 se convirtió, suprema paradoja, en vigilante del cementerio alemán de Maleme, donde reposan los invasores caídos en la II Guerra Mundial. Cuando un miembro de la Comisión Alemana de Tumbas de Guerra se sorprendió de que en ese puesto estuviera una persona que no hablaba alemán, respondió con humor negro digno del enterrador de Hamlet: "Verá, con los alemanes de aquí no hay mucha oportunidad de aprenderlo".

Phychoundakis, en una foto tomada poco antes de su muerte.
Phychoundakis, en una foto tomada poco antes de su muerte.WEST CRETE.COM

Peligro y copas de 'rakis'

"HOLA, AQUÍ PADDY". La voz que suena al otro lado del teléfono y que un día escuchó con temor el mismísimo comandante nazi de Creta es la de sir Patrick Leigh Fermor, escritor y héroe de guerra británico, ex agente del Special Operations Executive (SOE). Leigh Fermor, que en su día secuestró al general Kreipe cerca del palacio de Minos, negoció la rendición de la guarnición italiana y fue una pieza fundamental de la Resistencia en la isla, trabó allí una amistad de toda la vida con Psychoundakis, del que hizo en 1943, en las montañas cretenses, el extraordinario retrato que figura en esta página. "Era un chico maravilloso, muy valiente, y buen poeta", recuerda Leigh Fermor desde su casa en el Worcerstershire, tan lejos del viejo refugio de la Cueva de los Vientos (Anemospilia). "La comparación con Gunga Din -un poema que adoro, por cierto-, es pertinente. George también llevaba agua a veces. En él había asimismo algo de Ariel y de Touchstone , y un poquito de Kim. Era un resistente muy activo, y como mensajero, infatigable".

Leigh Fermor, Michali en la Resistencia, compartió peligros con Psychoundakis y más tarde copas de rakis (licor cretense) casero y recuerdos de los camaradas en el hogar del viejo correo. Patrick Leigh Fermor, autor de libros inolvidables como El tiempo de los regalos (Península, 2001), fue el gran valedor de The Cretan Runner, la obra de Psychoundakis sobre la Resistencia de la que dice que es como si Revuelta en el desierto la hubiera escrito un beduino y no Lawrence de Arabia.

En The Cretan Runner, Psychoundakis describe a Leigh Fermor a la llegada de éste a Creta. "Teníamos un nuevo líder y un nuevo oficial inglés. Mister Michali era un hombre alto, lleno de vida. Vestía pantalones bombachos y botas, una camisa negra y un turbante, y se había teñido el pelo y las patillas de tal manera que parecía un verdadero cretense".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jacinto Antón
Redactor de Cultura, colabora con la Cadena Ser y es autor de dos libros que reúnen sus crónicas. Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona y en Interpretación por el Institut del Teatre, trabajó en el Teatre Lliure. Primer Premio Nacional de Periodismo Cultural, protagonizó la serie de documentales de TVE 'El reportero de la historia'.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_