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Reportaje:ESCAPADAS

Nueva bohemia en Bucarest

Ocio y cultura revitalizan Curtea Veche, el barrio histórico

Cómo había sido Curtea Veche era fácil de imaginar, con numerosos edificios para albergar a toda la patulea y la gitanería, sin concierto, abigarrada y remendada, digno escenario para el libertinaje de una francachela descastada, inoculada con sangre cíngara". Así describía Mateiu Caragiale, en Craii de Curtea Veche, hace casi un siglo, el casco antiguo bucarestino, lugar de esparcimiento bohemio de una capital que se veía París y olía a Damasco, a medio camino entre su vocación afrancesada y las puertas de Oriente.

Encajonada entre la universidad y el río Dâmbovita, en el corazón de Bucarest, Curtea Veche es una encrucijada de calles empedradas que todavía llevan nombres de gremios como Selari (guarnicioneros), Gabroveni (cuchilleros) o Lipscani (comerciantes de Leipzig). Se respira en el barrio esa sensación de villa intraurbana en la que aún existen sombrererías, sastrerías y panaderías tradicionales. Y nuevos cafés, restaurantes, terrazas, tiendas de antigüedades, galerías de arte y pubs que ocupan los caserones en estilo francés abandonados por judíos adinerados tras la II Guerra Mundial y que revitalizan una zona hasta hace poco degradada.

El centro de la capital de Rumania es un SoHo incipiente, un Barrio Latino de bolsillo que se renueva. Estudiantes y artistas reinventan el callejeo de ayer en un distrito a la última.

Fue Vlad Tepes, el personaje histórico que inspiró el mito de Drácula, quien en el siglo XV ordenó construir Curtea Veche en torno al palacio Voivodal, cuyas ruinas se han reciclado en museo. Enfrente, el caravasar Hanul Manuc, abierto en 1808 como fonda para comerciantes, ha convertido su patio de carruajes en punto de encuentro para compartir una cerveza al salir del trabajo, y las cámaras de su pórtico en una de las formas de alojamiento más pintorescas de la ciudad. En el extremo opuesto, el coqueto hotel Rembrandt se desmarca como la apuesta tecnológica del barrio, con sus 15 acogedoras habitaciones en estilo nórdico.

Dicen los rumanos que no hay mejor acompañamiento para la cerveza que los mici, una suerte de salchichas de carne picada que se sirven con mostaza. La terraza La Ruine, que se asienta sobre las ruinas del segundo de los tres caravasares históricos de Bucarest, Hanul Gabroveni, lo confirma con la fórmula de su éxito: mici y medio litro de cerveza por menos de un euro y medio. Hanul cu Tei, el tercer caravasar, ha transformado sus antiguas habitaciones en galerías de arte moderno a lo largo de un pasaje al aire libre donde a veces hay recitales gratuitos de violín y piano.

Ópera y conciertos

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También gratis son las funciones de teatro alternativo en Studioul de Teatru Casandra, uno de los dos recintos famosos del barrio junto con Teatrul de Revista C. Tanase, en el que las localidades más caras apenas alcanzan los tres euros. Y es que en Bucarest, llegadas las 18.30 o las 19.00, con cuatro euros en el bolsillo se puede asistir desde palco de platea a las representaciones de la Ópera Rumana o a los conciertos filarmónicos del suntuoso Ateneo Rumano. E incluso al Teatro Nacional, pero a ver cine de verano de mayo a octubre en la azotea.

Covaci es la calle de los anticuarios, pero también hogar de dos de los tres caserones burgueses remozados más importantes del barrio: en el esquinazo del 6, el Amsterdam Grand Café, un espacio multifuncional que aglutina cafetería, bistrot y club privado en tres plantas; en el del 16, la modernidad de velas y carpaccio del Monaco, con la cocina francomediterránea y sus precios: unos 20 euros por comensal, que hacen de este local el más caro de la zona. En Gara Lipscani, polo opuesto del Monaco, y favorito de muchos estudiantes universitarios, la comida vale menos de cinco euros. En Smârdan, dos calles más allá, contrasta la austeridad del monasterio Stavropoleos, célebre por sus cantos bizantinos, con el postín de sus vecinos de manzana: ellas leen Vogue y ellos beben Campari en la coctelería Charme. Justo al lado está Market 8, flamante café con terraza interior, exposiciones y libros. Embryo, en la calle Ion Otetelesanu, 3, referente del interiorismo en la ciudad (obra del estudio rumano Square One), recrea en un brillante proyecto orgánico un enorme útero sobre las ruinas de la terraza Otetelesanu, antiguo punto de encuentro de intelectuales.

Cae la noche y algunos se preguntan por qué tantos locales se encuentran bajo tierra, en sótanos abovedados. Myth 1476 (Soarelui, 4-6) y Temple (Franceza, 52) son dos ejemplos. Pocos recuerdan que están en Curtea Veche, abigarrada, remendada, donde las casas se han edificado sobre estratos de historia sepultada para poder albergar a toda la patulea.

Terraza del Amsterdam Grand Café, un local pionero en el resurgir del Curtea Veche, el casco histórico de Bucarest.
Terraza del Amsterdam Grand Café, un local pionero en el resurgir del Curtea Veche, el casco histórico de Bucarest.MONICA TUDOSE

GUÍA PRÁCTICA

Datos básicos y cómo ir- Prefijo telefónico: 00 40.- Población: Bucarest tiene 2.350.000 habitantes.- Iberia (www.iberia.com; 902 400 500) y Tarom (www.tarom.ro; 915 64 18 83) vuelan a Bucarest desde Madrid y Barcelona por 260 euros más tasas y cargos de emisión.- Blue Air (www.blueairweb.com; 902 50 28 00) vuela desde Madrid y Valencia a partir de 19 euros el trayecto más tasas y cargos.Comer y salir- La Ruine (213 12 39 43). Lipscani, 86.- Amsterdam Grand Café (213 13 75 80; www.amsterdam.ro). Covaci, 6.- Monaco Lounge (213 14 00 79; www.monacolounge.ro). Covaci, 16.- Charme. Smârdan, 12.- Market 8 (213 13 41 67). Stavropoleos, 8.

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