¿Pero cuánto tiempo te vas a quedar en Kiev?
Viernes 10 de septiembre de 2004. Por fin es viernes
y estoy en Kiev. Me dirijo a la residencia del candidato
a presidente Víktor Yúshenko, para hacerle una entrevista antes de la próxima cita electoral de diciembre. Voy en el coche de San Fernando. El mío lo tengo averiado en un taller de la capital ucraniana desde hace aproximadamente un mes. Cuando mi novia me dijo que era una locura hacer este viaje en coche, reí. La risa anida en la boca
del necio.
Yo cuando voy por un paso de peatones siempre pienso: "Sino piso las franjas blancas caeré al vacío y moriré", igual que al cruzar una calle, me digo: "Tengo que cruzar antes de que pase ese coche, sino cortará mi hilo de energía y moriré". ¿A vosotros no os pasa? Pues eso que llevé el coche al primer taller que vi.
El dueño del taller es un hombre de unos 60 años con pinta de que le gusta "una goteja", lo digo porque todavía no lo he visto sobrio. En el negocio sólo están él y un joven ayudante. Creí explicarle qué es lo que le pasaba al coche, él lo miró por encima y me dijo que en dos horas estaría arreglado, pero que necesitaba que le pagara por adelantado la mitad del presupuesto. Le di 300 grivnas (unos 50 euros). Cuando volví a las dos horas me lo encontré con las manos en los bolsillos hablando con el ayudante y bebiendo de una petaca. Me explicó que había pedido unas piezas para mi coche porque las que él tenía eran de un Lada y no le servían, que me pasara en una semana. "¿Cómo que te tienes que quedar otra semana?", dijo mi novia cuando se enteró.
En mi siguiente visita al taller lo que me encontré es que mi motor estaba totalmente desmontado en el suelo mientras el ayudante hacía un sudoku. El chico me dijo que el señor había salido a por una máquina que le hacía falta. Lo esperé ese día pero ya no volvió.
Regresé a los tres días esperando un milagro. Me encontré el taller cerrado, aunque alguien parecía estar cantando dentro.
-¿Pero cuánto tiempo te vas a quedar en Kiev? Ve al taller y cántale las cuarenta al borrachuzo ese.
-Pero cariño si fui el otro día y estaba cerrado.
-Pues llama por teléfono. ¡Madre mía qué parado que eres a veces! Y la entrevista al Yúshenko ese. ¿Se la has hecho ya?
Al día siguiente, tal y como me había dicho mi novia, llamé por teléfono al señor. Le pregunté por mi coche y según le entendí ya estaba arreglado, pero me dijo que me iba a salir por más dinero porque había comprado una máquina muy cara para la reparación.
Le pregunté qué máquina era esa y para que servía y fingió no entenderme. Al día siguiente cuando traté de arrancarlo en el taller, el coche no se movió ni un milímetro.
11.45. Ya he llegado a la residencia de Víktor Yúshenko. Me recibe su mujer Katarina muy amable, pero me dice que no voy a poder hacerle la entrevista a su marido. Resulta que tiene una ligera indisposición. "Es la cena que tuvo ayer con servicios secretos ucranianos, que parece ser que no le sentó bien, y eso que le tengo dicho que no cene mucho".
Llamarme pesimista pero no creo que mi coche salga jamás de Ucrania. Por cierto ni novia no me coge el teléfono.
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