La remesa de los emigrantes
Los inmigrantes, un problema a nivel europeo. A España llegan a miles, la prensa italiana dedica páginas a los africanos que les entran por mar y en Gran Bretaña el cálculo del Gobierno sobre el número de inmigrantes ha sido pulverizado por la realidad. Es lo de hoy. ¿Mañana? Los inmigrantes que puedan quedarse remitirán dinero a sus países, mayoritariamente a través de locutorios. ¿Por qué prefieren locutorios a bancos o cajas de ahorros? ¿Facilitan los locutorios el anonimato y el blanqueo de dinero? Respuestas claras no hay, pero sí sospechas: algo sabe Hacienda cuando quiere controlar las remesas de inmigrantes a través de locutorios, envíos que oscilan entre los 3.500 y 5.000 millones de euros anuales, un baile de 1.500 millones que demuestran lo impreciso del control. Sobre un aspecto de esas remesas no se habla y será fundamental en el futuro: de los inmigrantes que regularicen su situación, pocos volverán a sus países. Enviarán dinero a sus familias hasta que un día dejarán de hacerlo, bien por conseguir el reagrupamiento familiar o porque en España, y en Europa, dado que el problema es general, hayan creado otra familia. En cualquiera de esos dos casos, llegado ese momento los países receptores volverán a la pobreza tras haber gastado las remesas en bienes de consumo y haber sufrido la sangría irreparable de la inmigración. Pero pasados unos años, los niños serán adultos y volverán a inmigrar si antes no se afrontó en sus países de origen el problema económico y educativo. Como diría Manolo el Empecinado, el que avisa no es traidor.
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