'Carnaval' y convivencia
La muerte del ciudadano portugués a consecuencia de una carrera ilegal de potentes autos conducidos por jovencitos, debe hacernos reflexionar sobre lo que Umberto Eco denominaba en un artículo de Le Monde de este verano la "carnavalización" de la vida en el mundo occidental. Mientras una parte de los jóvenes de África se juegan la vida huyendo de la miseria, los jóvenes europeos juegan con la vida en un alarde de estupidez, jaleados en muchas ocasiones por sus propios adultos, más preocupados por las veleidades de la sociedad que les rodea que por adoptar una postura de compromiso con la realidad del mundo en que vivimos. Yo mismo he sufrido el accidente de un joven muchacho francés al mando de un potente automóvil. Su progenitor, que llegó raudo a proteger la cobertura de su seguro, lejos de interrogar a su retoño sobre la velocidad que llevaba antes de entrar en una rotonda, me interrogó sobre el nivel de mi frenada. Como apunta Eco, a los ojos de un niño del "mundo desarrollado" ver salir el agua del grifo no parece un hecho excepcional. Tampoco nos parece un hecho excepcional el hecho de ver pasar los automóviles por encima de los 150 kilómetros por hora. Da igual, que nuestros vehículos consuman y contaminen muchísimo más que si fueran a 120 kilómetros por hora. De nada sirven los carnés por puntos, ni aquí, ni en Francia, ni en ninguna otra parte. Nadie mira a su alrededor para contemplar el mundo que nos rodea. Únicamente tenemos prisa por huir hacia delante en pos del carnaval que nos venden. A toda costa. A cualquier precio.
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