El lado oscuro
Es curioso que los términos físicos que más van calando en el lenguaje común sean justo los que designan a unas entidades más extraordinarias. Menos gente ha oído hablar del momento angular que de los agujeros negros, y mucha menos de la masa inercial que de la materia oscura. Cuando una persona de formación media oiga por la radio que todo lo que vemos no es más que el 5% de lo que existe, y que el resto se compone de una enigmática materia oscura (20%) y de una todavía más misteriosa energía oscura (75%), su primera reacción será probablemente comprobar en qué sintonía está su dial. Y la segunda será memorizar esas palabras como un sinónimo culto de lo extravagante o de lo tenebroso. Pero la expresión "estar en la luna" perdió su sentido cómico con la primera foto de un astronauta que allí estaba, y algo parecido cabe esperar ahora de la primera imagen que los astrofísicos han logrado captar de la materia oscura. Seguimos sin saber qué es exactamente, pero un misterio no lo es tanto cuando al menos uno sabe qué forma tiene.
La materia oscura era hasta ayer una deducción teórica, forzada por observaciones astronómicas de los años treinta del siglo pasado. Casi toda la materia normal consiste en estrellas y -por encima de todo- gas incandescente situado entre las galaxias que forman cada cúmulo galáctico. Pero, si todo lo que existiera fuera lo que vemos -las estrellas y el brillante gas caliente-, los cúmulos no debieran existir: la suma de las galaxias y el gas no da la masa suficiente para que su gravedad mantenga el cúmulo unido, y sus componentes tendrían que salir "centrifugados" cada uno por su lado. De ahí la necesidad teórica de esa enorme cantidad de materia oscura, cuatro veces superior a la materia ordinaria de la que estamos hechos.
Los físicos teóricos ya van estando acostumbrados a que la naturaleza imite a su arte científico, pero el común de los mortales agradecemos de buen grado la nueva imagen nítida y azul de la materia oscura: un brochazo de realidad en la sábana de un fantasma.
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