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Crónica:PIE DE FOTO | EL PAÍS, 12-07-2006
Crónica
Texto informativo con interpretación

La magia existe

Juan José Millás

Hay individuos que jugando de adultos a lo mismo que jugaban de niños consiguen salir adelante sin problemas. Es el caso de algunos actores, de muchos cocineros, de numerosos futbolistas, quizá de todos los jueces. El chico de la foto, Kyle McDonald, jugaba de pequeño a "mayor o mejor", que consistía en recorrer el vecindario cambiando cosas con el fin de obtener en cada cambio un objeto mayor o mejor del que entregabas. El azar te podía conducir indistintamente hacia la calidad o hacia la cantidad: tal era una de las líneas pedagógicas del juego. La otra, su capacidad de enmendar la moraleja al cuento de La Lechera, un relato pesimista donde los haya, además de falso, pues niega la intervención del sueño en las conquistas reales. El cuento de La Lechera, si uno pone la suficiente cantidad de deseo, siempre sale bien.

Y ahora viene la gran pregunta. Resulta claro que la casa era mayor que el clip rojo. ¿Pero era mejor?

Vean si no: Kyle McDonald no tenía casa, pero tenía un clip rojo (el que sostiene entre los dientes). Probablemente, poseía también otras cosas, pero su olfato le indicó que el clip estaba bien para empezar a construir un imperio. Se trataba de un objeto lo suficientemente absurdo y lo suficientemente inútil para operar de talismán. Después de todo, el artilugio con mayores propiedades mágicas ha sido desde siempre una simple varita. ¿Por qué no un clip rojo? Dicho y hecho. Kyle McDonald lo sacó a subasta en Internet aplicando las reglas del juego "mayor o mejor". Un par de chicas de Vancouver le ofrecieron un bolígrafo con forma de pez. Un bolígrafo con forma de pez no es mucho mejor que un clip rojo, pero suponía un paso adelante, de manera que aceptó el canje y continuó soñando con la casa ideal.

La distancia entre un clip rojo y una casa es tan grande como la que hay entre una jarra de leche y una granja. Pero el muchacho continuó su camino atento a no tropezar con una piedra. Así, tras el bolígrafo con forma de pez, obtuvo el pomo de una puerta hecho en cerámica (una obra de arte), que cambió por un generador de electricidad que convirtió a su vez en un barril de cerveza que (nada por aquí / nada por allá) se convirtió en una moto de nieve. Después vinieron unas vacaciones gratis no sé dónde y un contrato con una discográfica y una cena con el cantante Alice Cooper y un papel en una película... Siempre que obtenía algo mejor o mayor de lo que había entregado, lo contaba en su página de Internet, donde llevaba la contabilidad narrativa del juego.

Al final, obtuvo la casa, una casa bellísima, por cierto, con los marcos de las puertas y de las ventanas pintados en rojo y situada dentro de una comunidad de gente amable y solidaria. Una casa de ciento dos metros cuadrados, distribuidos en dos plantas, con una antigüedad de 80 años, aunque perfectamente restaurada para la ocasión. Y ahora viene la gran pregunta: resulta claro que la casa era mayor que el clip rojo. ¿Pero era mejor?

No lo sabemos. Un clip rojo que te permite conseguir la casa de tus sueños no es un clip cualquiera; es un objeto mágico, un talismán del que quizá no deberías desprenderte. Si ese chico fuera sensato, iniciaría el juego inverso (peor o más pequeño) hasta recuperar el clip rojo, cuyo dueño actual debe ser el hombre más feliz del mundo. La magia existe.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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