Un hombre frente al noma
Hace 10 años se fue solo a una de las zonas más deprimidas de Níger, el país más pobre del mundo, para ayudar a los niños afectados por el noma, una rápida bacteria que les destroza la cara. Casado y con cuatro hijos mayores, este mallorquín de 58 años montó para ello una ONG después de sufrir dos infartos.
Noma. Pero ¿qué es eso? Una enfermedad terrible que en apenas dos días puede destrozar la cara de los niños malnutridos. Que se cura con una dosis de penicilina que apenas cuesta cinco euros. A lo que dedica todos sus esfuerzos Pep Campaner, salvo cuando se toma un respiro y vuelve a Mallorca de vacaciones. Hablamos con él gracias al móvil. Está con los pies metidos en el agua de la playa de Alcudia, al norte de la isla. "Hoy hace un buen día, está nublado y no aprieta el calor", comenta contento a principios de este mes de agosto. Además, la víspera fue su cumpleaños. Pocos días después se iba a celebrar en Son Servera una fiesta, a la que asistieron 300 personas, y una subasta con obras donadas por cerca de 40 artistas mallorquines para recaudar fondos contra el noma.
"Vamos a buscar a los niños que los padres abandonan en la selva pues creen que el noma es una maldición del diablo"
"Desde Niamey llamé a mi mujer y le dije: vete buscando los papeles para montar una ONG, que yo me quedo aquí"
Pero lo que más contento le pone a Campaner es que cuando vuelva a Diffa, en Níger, verá cómo queda poco para abrir una escuela para 300 niños, que recibirán al menos una comida al día, además de los uniformes y los libros. "Sus padres no les pueden mandar al colegio porque no pueden pagarlo", explica. Es el último proyecto de la Fundación Campaner (www.fundacioncampaner.com), de la que es presidente y que creó hace 10 años con su esposa, Marilena Navarro, para ayudar a los niños que sufren esta terrible enfermedad.
Él suele ir solo a Níger, mientras su esposa, de 54 años, se queda trabajando como enfermera en el hospital General de Palma de Mallorca. Tanto ella como sus hijos -"tres niños y una niña, el mayor de 33 años y la pequeña de 25", describe el padre- aprovechan las vacaciones para viajar hasta la otra cara del mundo. Toda la familia está implicada contra el noma. Y los amigos, y los conocidos. Ahora mismo, más de 850 socios.
Campaner conoció el rostro del noma hace 10 años, y aquello le cambió la vida. Después de dos infartos en el año 2000, acababa de dejar su trabajo como recepcionista en la compañía Riu Hoteles. "Me mantuvieron el sueldo, como si siguiera trabajando allí", subraya, después de señalar que ha sido precisamente una donación de la familia Riu la que ha permitido poner en marcha el proyecto de la escuela. "Un día, mi mujer me llamó y me dijo: hemos adoptado una niña. Y yo: pero ¿cómo? Bueno, dijo ella, adoptado no, es que la vamos a tener unos meses en casa porque la traen de África para operarla. He oído en la radio que necesitan familias para estos niños enfermos y he llamado", recuerda Campaner. Así conocieron a Fátima.
Viaje a África
Después de que la operaran "dos o tres veces" con cirugía plástica para rehacerle el rostro, tenía que volver a su país. "Vente conmigo", recuerda Campaner que le dijo la niña. Se olvidó de los infartos, de todo, algo le impulsó a ir. "Salí por primera vez de mi roquita para ir a Niamey, la capital de Níger, y desde allí al pueblito de Fátima, Tawa. Yo era el único blanco. Cuando vi aquello se me salieron los pies de los zapatos del salto. Viajamos en furgoneta con las gallinas, las cabras. Por aquella niña hubiera ido a Rusia. Allí vi lo que sufrían, no sólo los niños enfermos, todos eran muy pobres". Y ya no se lo pensó: "Desde Niamey llamé a mi mujer y le dije: vete buscando los papeles para montar una ONG que yo me quedo aquí".
Ahora, en Diffa, su equipo incluye a 25 trabajadores nativos. "Vamos a buscar a los niños, que los padres abandonan en la selva pues creen que el noma es una maldición del diablo, por el aspecto que deja y lo mal que huele", describe Campaner. "Además, allí casi no hay comida, es puro desierto, y lo poco que hay lo guardan para los más fuertes, los que pueden sobrevivir", añade. Campaner explica que todas las cuestiones de Occidente, como el Estatut, las negociaciones con ETA, incluso los ataques del terrorismo internacional, casi no llegan a este extremo del mundo. "No tenemos ni televisión, ni periódicos. Allí la gente dedica todo su esfuerzo a sobrevivir día a día, no se pueden ocupar de reclamar sus derechos, sólo de conseguir algo para comer", continúa. Pero también hay momentos para la risa: "Los fines de semana sacamos los tambores y hacemos fiesta con los niños, cuando no tienen colegio".
Mientras, Campaner no desaprovecha las vacaciones. Además de la fiesta-subasta en Son Servera, a finales de mes pasará un par de días en Ginebra para acudir a la sede de la Organización Mundial de la Salud y exponer su lucha contra el noma. Pep Campaner va contagiando su entusiasmo a cualquiera que se le acerca. Antes del verano, cuatro médicos de la clínica Technon de Barcelona -"Eloy, Carlos, Marc y Elena", recuerda- visitaron Diffa para operar allí mismo a los niños. "Tuvieron muchísimo trabajo y, aun así, me han dicho que se van a apuntar una o dos veces al año para venir a operar a nuestros niños, estoy muy contento".
Y ¿qué ha sido de Fátima? "Tiene 15 años, vive con su familia, que la volvió a aceptar, y está muy contenta. La veo poco, porque su pueblo está a 700 kilómetros del nuestro, y en Níger las distancias son más grandes que aquí".
A pesar del panorama terrible de África, a Campaner su estancia allí le ha dado la vida: "No sé, tal vez el calor me dilate mejor las venas", bromea, pero después admite: "Aquí nos pasamos la vida buscando un trabajo mejor, una casa más grande, comprarnos un avión. Pero yo sé, si llegara un tercer infarto, que tengo todo en la vida, que he llegado a un momento de plenitud. Cuando voy en el avión ya no sé si soy africano o europeo. Quiero mucho a mi África".
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