Cuestiones personales

El deporte y los deportistas no sólo viven de la búsqueda de la victoria. A veces necesitan alimentarse de otras cuestiones en principio secundarias pero que influyen en el resultado. Es más, a veces estos asuntos trascienden al propio enfrentamiento colectivo, pues ponen cara a conceptos abstractos como equipos o naciones. Es lógico, pues el deporte es de los deportistas.
Esta individualización está y ha estado presente desde tiempo inmemorial e incluso ha servido en ocasiones para revitalizar especialidades en estado letárgico. El atletismo no fue lo mismo desde el enfrentamiento entre Coe y Owett; la NBA resurgió de sus cenizas gracias a Johnson y Bird, estandartes de dos equipos ilustres, los Lakers y los Celtics; la figura de Alonso se complementa y engrandece con la de Schumacher y la de Pedrosa con la de Rossi...
Después de unos cuantos intentos, Gasol, por fin, moja la oreja a Nowitzki
Ciñéndonos al baloncesto, los duelos de los ochenta entre el Madrid y el Barça se personalizaron, entre otros, en los apasionantes choques entre Fernando Martín y Audi Norris. Resulta tan inevitable como sugerente.
En los últimos tiempos, Pau Gasol y Dirk Nowitzki estan construyendo una de esas rivalidades que van más allá. Sus encuentros son constantes, tanto con sus selecciones como en la NBA, y la historia ya cuenta con suficientes episodios para que cada vez que se miden el foco se dirija hacia ellos. No es cuestión de que su duelo sea más importante que el resultado global, aunque, por su enorme calidad y la influencia que tienen en el rendimiento de sus equipos, sea capital. Es simplemente una atractiva rivalidad que les persigue (y, sin duda, les motiva) aunque intenten abstraerse de ella o la infravaloren públicamente anteponiendo intereses grupales a cuestiones personales.
Pero no nos engañan. Los grandes jugadores no olvidan y de cada afrenta y revés obtienen energía para la revancha. ¿O acaso piensa alguien que Pau no tenía ayer en la cabeza todas las veces que Nowitzki le ha amargado? ¿Piensa alguien que Nowitzki, por su respeto a Pau, no halla una satisfacción especial en ganar a España o a los Grizzlies? ¿La alegría por la victoria no es mayor por los antecedentes?
Dicho esto, llega la realidad, que no siempre obedece a los designios previstos. Porque ayer, salvo un par de jugadas en el segundo tiempo, en el que Pau buscó, encontró y superó a Nowitzki, el partido transcurrió por otros caminos. El impresionante trabajo táctico de Pepu Hernández y sus ayudantes fue perfectamente traducido por Garbajosa y Jiménez principalmente y, por primera vez en tiempo inmemorial, el superjugador alemán fue borrado del mapa. Entre zonas presionantes, trampas de dos contra uno e inteligentes ayudas, Nowitzki vivió un calvario que acabó por desquiciarlo. No es que le provocasen los fallos. Es que ni siquiera llegaba a lanzar a canasta, el mejor síntoma de una buena defensa.
Pau, por su parte, lidió a la perfección con el problema de faltas que se le vino encima nada más empezar. Si el equipo respondió al problema de forma imperial, con Calderón tapando el hueco en anotación y liderazgo,Pau en ningún momento se vio alterado emocionalmente por la adversa circunstancia. Cuando volvió, no mostró ninguna ansiedad por recuperar el tiempo perdido y se integró en la dinámica como si nada hubiese ocurrido, lo que demuestra una madurez superlativa como jugador.
Al final, e independientemente de que las circunstancias impidieran que uno u otro fuesen protagonistas de primer orden, quedará que, después de unos cuantos intentos, Pau mojó la oreja a Nowitzki.
No se trata de una injusta simplificación del concepto global del juego, sino más bien de un homenaje a dos jugadores de enorme talento e insuperable compromiso con sus selecciones.
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