Los diminutos
La culpa es de los japoneses. De ellas, sobre todo. Han conseguido contagiar al mundo su pasión por los complementos minúsculos, infantiloides y bobalicones. Una categoría en la que reinan los mobile charms, esos artilugios inútiles que cuelgan y decoran a nuestro nuevo mejor amigo. En Japón son tan populares que hasta las marcas de lujo se han metido en el negocio: Gucci, por ejemplo, vende reproducciones enanas de sus bolsos hechas en metal. No sirven absolutamente para nada, pero "¡son tan monos!".
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