_
_
_
_
CORAZONES DE VERANO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¡Qué bello es beber!

CON CIERTO DESASOSIEGO leo un artículo de EL PAÍS llamado Barcelona se rinde a la noche chill out, gracias al cual me entero de que "los hoteles de lujo se suman este verano a la moda de las terrazas tranquilas y vanguardistas". No soy una experta en vanguardismo, pero supongo que, como también leo en el artículo, eso quiere decir que en estas terrazas hay "olor a incienso, decoración básica y cócteles de autor".

Comprendo que es una gran oferta para las personas abiertas de mente. Pero no lo es para las mujeres avinagradas como yo. El incienso sólo me provoca ganas de fusionarme con el cosmos y en cuanto a los cócteles de autor me producen la misma dramática desconfianza que la cocina de autor. Cada día me tomo unos cuantos cócteles (que, por cierto, siempre tienen autor), y sé que los buenos son los que hace años que están inventados. Más que nada porque los cócteles ya existían antes de que "el autor" que ahora ha decidido hacer cócteles de autor viniese al mundo y se tomase su primer biberón de autor. Por lo que he visto, los cócteles de autor suelen ser versiones ridículas de los clásicos. Triunfan en bares llamados Kafka o La Coctelería de la Lupe, bares que suelen tener deficiente refrigeración, deficiente iluminación y fotos de Audrey Hepburn en las paredes. Una caipiriña de kiwi no me parece mejor que la original de lima, aunque el que la prepare lleve bermudas. Y en cuanto al cóctel bad girl, a base de licor de maracuyá, crema de leche y grosella, no es lo que yo me tomaría en lugar de un negroni, antes de salir a resolver un caso.

Una 'caipiriña' de kiwi no me parece mejor que la original de lima, aunque el que la prepare lleve bermudas

Pero, suponiendo que quisiera, también me sería imposible. Ser admitido en una de estas terrazas vanguardistas no es fácil. Y no les hablo del vestuario, aunque, por ejemplo, los del hotel Axel "no ponen problemas al pantalón corto y a la camiseta sin mangas, pero, eso sí, deben ser un pantalón corto y una camiseta sin mangas a la última". ¿Eing? Lo que de verdad me preocupa es lo que te exigen en la terraza del hotel Arts. "No ponemos demasiados reparos en la indumentaria", dice Eduard Arola, responsable de la terraza Arola, "lo que queremos es gente guapa".

Tomar copas cada vez es más parecido a buscar trabajo. Ahora, para que te dejen entrar en una terraza vanguardista, también tienes que estar buena. Pero ¿cómo sé yo si lo estoy? ¿Qué baremos seguirán en la terraza Arola para determinar mi belleza? ¿Pondrán a una esteticista junto al portero para observar mi cutis? ¿Me harán desfilar en bañador? Y la simpatía ¿no cuenta? Si incluso en los concursos de misses te hacen la pregunta cultural, para que no se diga... Pero, claro, es mejor no arriesgarse. Yo, de ustedes, no me lo pensaría. Vayan enseguida a Corporación Dermoestética, porque sólo cuando salgan del posoperatorio estarán preparados. Una vez operados, penetrarán en la terraza, donde pasearán a cámara lenta mientras una voz en off dirá: "Mira qué senos... Mira qué glúteos... Son gente guapa, y por eso se pueden tomar un cóctel de autor en una terraza vanguardista...".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_