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Reportaje:ÓPERA

Darío Fo y su 'locura organizada'

Encendida división de opiniones en Pesaro por 'La italiana en Argel', del Nobel italiano

En sus sabrosas observaciones sobre Rossini, hablaba Stendhal de "locura organizada", especialmente en obras tan desmelenadas como La italiana en Argel. No sé si organizada o no, pero una locura muy particular flota en las puestas en escena del Nobel italiano Darío Fo al trabajar sobre las óperas de Rossini. Rossini provoca en Fo una especie de vértigo delirante, y así las ideas se suceden sin tregua y someten al espectador a una acumulación de genialidades que puede desembocar en la fatiga. En La italiana de anteayer en Pesaro podía pasar de todo. Desde peces que saltan de las profundidades marinas, hasta avestruces y otros animales que bailan y bailan sin parar, una escuadrilla de aviones que sobrevuela el escenario "en son de paz", o la propia selección italiana de fútbol que aparece en bloque cuando hay que pensar en la patria. No hay un momento de respiro. O se entra en el juego o el espectador está perdido.

Lo curioso es que ante el aluvión de ideas y fantasías, Fo abandona a los cantantes a su suerte. Si tienen experiencia y vena cómica como Bruno de Simone -Taddeo-, su labor luce de una forma convincente, si tienen instinto teatral como Marco Vinco -Mustafá- acaban por comunicar, pero si lo que les caracteriza es un punto de sosería como a Mariana Pizzolato -Isabella- la representación se resiente hasta límites superiores a lo deseable. Es una pena, porque Pizzolato tiene una voz hermosísima, aunque para un personaje como la protagonista de La italiana se echa de menos un poquito más de picardía, de malicia, de intencionalidad. La orquesta del Comunal de Bolonia, a las órdenes de Donato Renzetti, comenzó en lo más alto, con una obertura deslumbrante, pero luego se fue difuminando y funcionó solamente a ráfagas. Una parte del público se ensañó con Darío Fo. La división de opiniones fue encendida y eso calentó el ambiente. Alguna discusión casi desemboca en pelea. Ay, qué cosas.

En la jornada anterior, el Festival de Pesaro propuso la combinación de la primera ópera de Mozart - estrenada cuando tenía 12 años- y la primera de Rossini -cuando tenía 18-. En las comparaciones salió mejor parado Rossini, claro. Cuestión de edad. El tenor albanés Saimir Pirgu cantó en las dos y lo hizo francamente bien, pero los grandes triunfadores fueron la pareja de bajos caricatos formada por Fabio Maria Capitanucci y Paolo Bordogna en la rossiniana La cambiale de matrimonio. Dirigió con delicadeza mozartiana Umberto Benedetti Michelangeli, sobrino del célebre pianista del mismo apellido. Y hablando de descendientes de figuras ilustres de la interpretación musical, el hijo de Tito Schipa presentó ayer el espectáculo Herr Rossini, signor Wagner, inspirado en la ficticia conversación entre Rossini y Wagner transcrita por Michotte. Wagner, Rossini; Bayreuth, Pesaro. Los festivales "de autor" más carismáticos de Europa no representan únicamente la dedicación a una concepción musical, sino una manera de vivir la vida.

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