Noche en llamas en Santiago

Al menos media docena de gigantescas hogueras se diseminaban en la noche del martes por el paisaje de los montes y valles que rodean Santiago de Compostela. Desde la falda del monte Pedroso, castigado con saña en los últimos días, el espectáculo tenía algo de bello, y hasta un grupo de gente tomaba cervezas en una terraza contemplando un incendio que estaba a menos de 500 metros de distancia.
Pero el ascenso por la carretera había mostrado lo que se escondía detrás de cada resplandor: hileras de bomberos exhaustos, sudorosos y con la cara tiznada junto a vecinos armados de mangueras, cubos y palas para hacer frente a las llamas que se colaban hasta las huertas de las casas. Una escena que se repite desde hace cinco días en una ciudad que ayer continuaban sitiada por el fuego.
En Villestro, al pie de la carretera que une Santiago con Noia, no faltaron las notas dramáticas, como los lamentos de una anciana ciega que se resistía a abandonar su casa. Pero los vecinos, todos en la calle hasta pasada la medianoche, resistían al pánico. Y eso que las llamas entraban por los patios traseros, rozaban un cobertizo para cerdos y gallinas y estaban a unos 50 metros del aparcamiento al aire libre de un negocio de venta de automóviles de ocasión. La rabia contra los incendiarios se descargaba a media voz en los corrillos, como el de tres hombres que mascullaban: "¡Son unos desalmados! ¡Nos van a dejar más secos que Almería!".
Entre los vecinos, cubierto con un chaleco reflectante, también el alcalde, el socialista Xosé Sánchez Bugallo, descargaba su indignación: "No puedo imaginarme los motivos ni los intereses a los que servirán, pero de lo que no se puede dudar es de que esto responde a algún tipo de organización. No se puede explicar de otro modo que los incendios empiecen en media docena de puntos a la vez o que cuando se apaga uno se encienda otro a 500 metros de distancia".
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