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Columna
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¿Celedón en Tijuana?

A Tijuana, tan cerca de San Diego y tan lejos del Dios de los Bush, le han aplicado diversos sambenitos: "Burdel" de Estados Unidos, "ciudad del pecado", "basurero moral",... y otros por el estilo. Javier Reverte, en su Billete de ida, nos recuerda que en la localidad bajocaliforniana se organizan carreras de caballos o galgos y "partidos de frontón nocturnos". Quizá por allí debió caer algún Ogeta y despertó la afición. "Una estatua de yeso, en la puerta del Jai Alai, consagra en forma algo hortera la figura del pelotari". También comenta cómo en un pueblo vecino y cervecero, Tecate, "se celebra todos los años un espectáculo taurino que llaman La Pamplonada, algo así como un encierro disparatado, y que convoca a decenas de miles de personas" que, a lo mejor, cuanto conocen de la capital del Viejo Reyno lo leyeron en Fiesta del tío Ernesto. Como es sabido, Hemingway contribuyó a difundir los sanfermines y, algo menos, el ajoarriero, los vinos de Rioja y el mojito.

Manu Leguineche, que devoró tortillas en la Cuchi y tomó cervezas en El Ensanche, en Sobre el volcán hace referencia a la ciudad. Así, podemos leer: "Los mexicanos la llaman 'el pozo del mundo'. Es la ciudad del pecado. Sodoma bajo mariachis. Como es natural, los gringos se han apropiado de los casinos, los hoteles más caros, los cabarés,..." Hay abundante bibliografía: El gachupín, de Pío Caro, o Bajo las nubes de México, de Francisco Solano. Especial encanto tiene La librería de Arana, de Otaola, donostiarra del exilio, uno de los acogidos por la memoria de don Lázaro. Sin embargo, no debo olvidar México de cerca, de Ramón Belausteguigoitia, que describe la frontera y, ya en los años veinte del siglo pasado, hace alusión a los "espaldas mojadas" que siguen soñando con la tierra de promisión.

Aprovechando que el Zadorra ya no tiene quien le escriba, ayer nos visitó Celedón con polémica servida, con su paraguas y su bota de buen vino que no de tintorro peleón ni brebajes de lija, con su pañuelo,... Llegó a una ciudad en obras y modelo Rita Gallardón: aburrida, mojigata, apenas parecida a la Tijuana de Julieta Venegas. Eso sí, con carreras de burros, un frontón vistoso, flamante plaza de toros y jóvenes dispuestos a pasar unos días de auténtico "reventón" a lo Malcolm Lowry, pero sin Ava Gadner. Porque durante La Blanca se come y bebe, se danza y canta, pero de sexo seguro y gratis poco, muy poco.

Guaysteiz es una ciudad modosita, sin estridencias y con desmadre controlado. Los ojos extraños hablan de la catedral abierta por obras y de un Artium que se quedó casi en envoltorio. Quizá se llevan la imagen de una urbe de coquetos parques y jardines, los vasquitos y nesquitas de Casa Goya,... Y, si llegan durante La Blanca, de unos muchachos disfrazados de aldeanos de vaya usted a saber cuándo, que beben de lo lindo, les gustan los polvos... de talco, los sombreros chabacanos y el trago largo. Y no paran de hacer cabriolas en la calle. Pero, eso sí, todo previsible, pulcro, sin excesos.

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