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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La pirueta del trapecista

¿Es admisible que un convoy del metro pueda alcanzar velocidades letales para la integridad de sus viajeros sin que ningún sistema de frenado automático lo impida? He aquí la pregunta principal que ha planeado sobre la comisión de investigación parlamentaria del accidente que el pasado día 3 de julio se cobró la vida de 43 personas al descarrilar un tren, que circulaba por encima de la velocidad permitida, en la curva de entrada a la estación de Jesús, en el ferrocarril metropolitano de Valencia.

La respuesta del Gobierno que preside Francisco Camps -y las conclusiones del grupo parlamentario popular, mayoritario en la Cámara valenciana, aprobadas ayer por la comisión con el voto en contra de la oposición- ha consistido en lo que podríamos llamar paradoja del trapecista: mientras el artista hace con exactitud sus piruetas, miles de veces ensayadas y miles de veces repetidas, el sistema es seguro; cuando un día falla y se estrella contra el suelo, la ausencia de una red protectora no tiene nada que ver con el hecho de que el trapecio sigue siendo tan seguro como antes de que el trapecista cometiera su lamentable error. En otras palabras, la culpa es de la "mala suerte" y la responsabilidad, del maquinista muerto, que puso el tren, no se sabe por qué, a una velocidad excesiva.

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Los trenes suburbanos de todo el mundo disponen de sistemas que regulan la velocidad de sus convoyes e impiden que superen los umbrales de peligro para sus pasajeros. El metro de Valencia también cuenta con un sistema ATP, el más generalizado en los ferrocarriles subterráneos. Salvo en la línea 1, donde se produjo la tragedia, dotada de un sistema, llamado FAP, un poco más antiguo y, aun así, seguro. El problema es que en el tramo entre las estaciones de Plaza de España y Jesús no está instalado. Esos cientos de metros carecen de una baliza que habría frenado el tren que rodaba hacia el desastre. Es decir, en ese punto el maquinista circulaba sin red. No hay prueba mejor de la inconsistencia de las conclusiones exculpatorias de cualquier responsabilidad que planteará al pleno el PP el próximo día 11 que el hecho de que vaya a colocarse por fin la baliza protectora. Si el sistema ahora es seguro con ella, sin ella no podía serlo.

El PP siempre ha sido reacio a la admisión de cualquier responsabilidad política; considera incluso una ofensa que se le puedan exigir. Así que los populares han cumplido su hoja de ruta: una comisión breve, brevísima, sin dimisiones en los gestores, con la mayoría de los comparecientes que propuso la oposición excluidos y sin margen alguno para ampliar pruebas o documentación.

Las familias de los muertos y los heridos, así como los ciudadanos en general, merecen unas respuestas algo más convincentes que la que atribuye a la "mala suerte", y sólo a ella, el fallecimiento de 43 personas confiadas a un sistema largamente experimentado como es el metro, en una ciudad moderna de principios del siglo XXI.

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