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Entrevista:María Bayo | MÚSICA

"Ver una ópera en una pantalla me aburre"

Hay voces que impresionan por su bravura, por el desgarro dramático. Otras seducen por el refinamiento, la elegancia, la sensibilidad lírica, cualidades que definen el arte y la personalidad de María Bayo. Instinto, dominio técnico y sentido musical van de la mano en una carrera operística donde Cavalli y Händel conviven con Massenet, Gounod, Offenbach y Debussy; Rossini y Mozart dominan su repertorio, pero la soprano navarra huye de etiquetas, se entrega a Puccini sin lloriqueos veristas, y prepara ya un título cumbre del verismo, I pagliacci, que cantará por primera vez la próxima temporada en el Teatro Real de Madrid. En plena madurez, se instala este mes en el Festival de Torroella de Montgrí (Girona) como artista principal invitada y con una triple cita en la agenda. La primera, mañana, en la plaza de la localidad ampurdanesa, es un concierto que celebra el Año Mozart, en el que, acompañada por la Orquesta de Cámara de Praga, dirigida por Graziella Contratto, interpretará arias de concierto y de las óperas Idomeneo, Las bodas de Fígaro y Don Giovanni. La segunda cita tendrá lugar el día 14 en un marco mucho más íntimo, la iglesia de Sant Genís, donde mostrará su faceta liederística junto al pianista Roger Vignoles: nueve canciones de Mozart, tres de Eduard Toldrá, Cinco Canciones playeras, de Oscar Esplà, y las famosas Cinco canciones negras, de Xavier Montsalvatge, integran un exquisito programa. Por último, el 22 de agosto, clausurará el festival en el mismo escenario acompañada por Eduardo López Banzo y el conjunto Al Ayre Español en un concierto barroco que recupera fragmentos de zarzuelas de José de Nebra (1702-1768) -arias de Ifigenia en Tracia, Amor aumenta el valor y Vendado es amor, no es ciego- incluye arias de dos óperas de Händel, Alcina y Giulio Cesare.

PREGUNTA. En Torroella han actuado como artistas invitados instrumentistas como la violinista Viktoria Mullova y el violonchelista Misha Maisky. Usted es la primera soprano que asume ese compromiso en el festival ampurdanés. ¿Cómo ha planificado esas tres actuaciones?

RESPUESTA. Ser artista invitada te permite mostrar al público diferentes facetas de tu repertorio, y eso es sumamente enriquecedor. En Torroella, además de cantar Mozart, que siempre es un placer, y una muestra de la mejor canción española de concierto, apostamos con Eduardo López Banzo por la recuperación de la zarzuela barroca española. Las arias de José de Nebra tienen mucho encanto, aunque no sean tan geniales como las de Händel. Pero es que nuestra obligación es rescatar del olvido esta música y divulgarla en las mejores condiciones de calidad posibles. La SGAE no dedica suficiente esfuerzo ni recursos a esta tarea. En Francia e Inglaterra se recuperan autores de menos calidad que Nebra o Vicente Martín y Soler, pero aquí siguen esperando su hora.

P. Desde sus inicios, Mozart es el más sólido pilar de su repertorio y con sus grandes personajes ha triunfado en cuatro ediciones del Festival de Salzburgo. Hace unos meses, en el montaje de Idomeneo en el Liceo, dirigido por Hans Dieter Schaal, su personaje, Ilia, convertida en una prisionera de Guantánamo, impactó en la escena inicial, pero el montaje fue perdiendo el rumbo y acabó siendo abucheado por parte del público...

R. Los cantantes nos quedamos muy sorprendidos porque el trabajo en los ensayos fue muy intenso y no esperábamos esta recepción a la propuesta escénica. Realmente, los intérpretes no vemos el resultado final hasta los últimos días. No temo la provocación, siempre que la propuesta escénica sea coherente y esté realizada con seriedad. Con Schaal pudimos trabajar a conciencia los aspectos dramáticos de la obra, y la primera escena, en la que aparezco como una prisionera de Guantánamo, ayuda a plasmar el momento de tensión que está viviendo. Es un arranque formidable. Pero así es la ópera, nunca sabes la reacción del público hasta que cae el telón.

P. Muchos montajes operísticos parecen más pensados para su posterior comercialización en DVD que para ser disfrutados en teatro, con un ritmo cinematográfico, una iluminación y una serie de detalles que sólo se pueden apreciar en la pantalla del televisor. ¿Se corre el peligro de banalizar la ópera en busca del impacto visual?

R. A veces me sorprende ver detalles en la pantalla que, ciertamente, el espectador no puede captar en un teatro. El auge del DVD está dando la primacía a lo visual, a veces en detrimento de la música, que es lo esencial en la ópera. A mí, ver una ópera en la pantalla me aburre. La ópera es sentimiento y cada función es diferente, porque los cantantes no somos máquinas y nuestros sentimientos llegan directos al público. Esa emotividad no se da en una filmación, por muy espectacular que sea.

P. Tiene fama de intérprete refinada, muy puntillosa en cuestiones de estilo, que antepone la musicalidad a cualquier efectismo.

R. La ópera es un mundo en el que te examinas cada día. La voz cambia con la edad, se hace más grande, y la experiencia te sirve para profundizar en las obras. La intención del personaje exige un color adecuado. Y el estilo debe cuidarse siempre. Rossini y Mozart no son iguales. Los recitativos en Mozart, por ejemplo, adquieren una importancia decisiva para plasmar la intensidad del momento, tienen una función dramática que hay que trabajar a nivel teatral y musical. De este trabajo depende el éxito de un montaje, la capacidad para atrapar o no al espectador. Hay que buscar la máxima teatralidad, pero al servicio de la música.

P. En la próxima temporada del Teatro Real cantará su primera Nedda, en I Pagliacci, en un montaje firmado por Giancarlo del Monaco y Jesús López Cobos. ¿Asume muchos riesgos con esta incursión en el verismo?

R. Me atrae el personaje de Nedda y, aunque muchos me dicen que asumo demasiados riesgos al cantarlo en escena, creo que puedo hacerlo bien. El verismo se ha deformado mucho. He cantado sin problemas Mimí y Musetta en La Bohème, y aunque la orquesta de Puccini es densa, se puede y se debe pasar la barrera orquestal sin forzar la voz. No hay que gritar, hay que cantar, a ser posible sin caer en la cursilería o el exceso lacrimógeno que tanto ha deformado el verismo. De todas formas, reivindico el derecho a equivocarme, pero no antes de haberlo cantado.

María Bayo, en el Teatro del Liceo, en Barcelona.
María Bayo, en el Teatro del Liceo, en Barcelona.TEJEDERAS

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