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Reportaje:CINE

El chico que amaba a Bowie

'C.R.A.Z.Y.' triunfa con la historia de un adolescente que sale del armario

Diego A. Manrique

Es un cuento de hadas que funciona. Un cuento culturalmente correcto: C.R.A.Z.Y. desarrolla la dinámica interna de una familia numerosa de Quebec que debe enfrentarse a los conflictos derivados de que uno de sus hijos, el favorito de la madre, muestre querencias homosexuales mientras que otro, el favorito del padre, derrape por la pendiente de las drogas duras. ¿Un dramón? Esperen y vean.

Jean-Marc Vallée, cineasta canadiense con obra en Hollywood, volvió a su Montreal natal y logró filmar una película que refleja su visión de lo que supuso crecer diferente en una sociedad católica durante los años 60 y 70.

Vallée es un realizador melómano -su padre trabajaba en una emisora de radio- que ha sembrado el largometraje de grabaciones clásicas, desde Robert Charlebois a Pink Floyd. Son guiños obvios -el chico de confusa identidad sexual queda fascinado por David Bowie- o que despistan intencionadamente: el cabeza de familia, homófobo, tiene una rara pasión por la vocalista Patsy Cline, icono de la subcultura gay y lesbiana.

Vertebrada a través de la música, C.R.A.Z.Y. ofrece un viaje vertiginoso a través de 20 años alborotados, lo que en Quebec se llamó "la revolución tranquila".

Como muchos cuentos, C.R.A.Z.Y. ha sido espolvoreada con polvo de hadas para que brille más. Se aceptan los momentos de fantasía, algunos memorables: el atormentado Zach Beaulieu levita en la iglesia mientras un coro infantil refuerza el Sympathy for the devil de los Rolling Stones. Cuesta más que el espectador se trague ese pegote de que el mismo Zach, tras consumar una relación gay en Israel, salga despavorido rumbo al desierto y sea salvado por un beduino. Estamos ante una película a la que, ay, le cuesta terminar. Además, el guión cede a algunas tentaciones maniqueas. El hermano yonqui está pintado con trazos gruesos; el cartel del Partit Quebequois clavado en su picadero es la única referencia a una de las transformaciones ocurridas en "la bella provincia" durante esas décadas, el ascenso del separatismo francófono. El otro gran cambio, dicen, fue el relajamiento del férreo control de la Iglesia católica. Que quizás no sea tanto, ya que C.R.A.Z.Y. tiene un aliento hasta puritano: los fugaces encuentros heterosexuales suelen ser feos o violentos. A Jean-Marc Vallée le ha salido una parábola de sacrificio y redención.

<b>Un fotograma de C.R.A.Z.Y. </b>
Un fotograma de C.R.A.Z.Y.

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