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Crónica:PIE DE FOTO EL PAÍS | 11-10-2005
Crónica
Texto informativo con interpretación

Nunca pasa nada

Juan José Millás

Hubo un seísmo, no importa ahora dónde, y un fotógrafo de Reuters obtuvo esta instantánea.

Acabo de decir que no importa dónde y ya está la mala conciencia horadando el artículo, en plan termita, como si, por tratarse de una desgracia, fuera preciso decir dónde. Pero si digo dónde me veré obligado a decir cómo. Tendré que explicar el modo en que llegó la ayuda internacional y contar alguna anécdota canina. Los perros se han convertido en las estrellas de las catástrofes. Más que olfatear los escombros, los leen. Tendría que recordar también la historia de ese niño atrapado entre los cascotes, porque no hay terremoto sin niño agonizando en el sótano. Cada género tiene sus muletillas. Siempre hay el caso de un padre que asegura que su hijo está vivo y que lleva razón.

De acuerdo, nos hemos fumado la Tierra como un canuto y la naturaleza está de uñas contra el hombre

Pero si digo dónde y cómo y cuándo, tendré que contar el caso de la mujer a la que amputaron el brazo y relatar que se relacionaba con su cuerpo como con una frase sin terminar... Caeré, en fin, en todas las trampas de la mala conciencia y usted, lector, también. Pero uno no puede hacerse cargo de todas las calamidades naturales, ni siquiera de las sintéticas. No está clara, además, la frontera entre unas y otras. Muchos mantienen que los tsunamis y los terremotos y las inundaciones son la respuesta de la Tierra a las agresiones del hombre. De modo que si digo dónde, cuándo, cómo y por qué, caeré indefectiblemente en la monserga ecologista. Y no es que los ecologistas sean pesados o no lleven razón, pero deberíamos ir acostumbrándonos al fin del mundo y disfrutar de él sin mala conciencia. De acuerdo, nos hemos fumado la Tierra como un canuto y la naturaleza está que arde, nunca mejor dicho, está de uñas contra el hombre. La deforestación es una llaga que ha acabado por dolernos a nosotros, a cada uno de nosotros, en nuestro propio cuerpo, etcétera. Entras en Internet y hay discursos a punta pala sobre la deforestación. Y son gratis. Puedes tomarlos y enjaretar un artículo dolorido.

Pero lo que a mí me impresiona de esta foto es la tranquilidad del tipo. Recuerdo que mientras la observaba estaba escuchando por la radio una información sobre el carné por puntos. Calculé el tiempo en el que, dado mi carácter, tardaría en perderlos. Y de repente comprendí que a este hombre se la sudaban los puntos y el seísmo. Ahí está, sentado en su butaca favorita, observando el paisaje como si aquí no hubiera pasado nada. Y a lo mejor no ha pasado. A lo mejor este hombre tiene razón y nunca pasa nada. O no deja de pasar, que viene a ser lo mismo.

El terremoto le ha abierto la casa como a otros les abren la cabeza. ¿Y qué había dentro de la cabeza de este sujeto? Pues un tipo idéntico a él sentado dentro de un cráneo modestamente amueblado. Un cráneo no necesita más que una mesa, un ventilador, una lámpara, quizá una ventana que dé a un huerto: todo lo que posee este hombre. En cambio, si a usted o a mí nos abrieran la cabeza, hallarían dentro a un individuo abatido por la hipoteca; un individuo desesperado por llegar pronto a ningún sitio; un tipo hecho polvo por el precio del crudo. O por los tipos de interés. Hay cráneos y cráneos.

REUTERS
REUTERS

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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