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Columna
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Azul oscuro casi negro

España ha pasado por los pelos el examen al que ha sido sometido su sistema de control del blanqueo de dinero. Los resultados han sido discretísimos: de este sucio negocio, las autoridades españolas apenas alcanzan a sacudirse el barro que les cubre los pies, pero no tienen manera de llegar al fondo que queda oculto tras el fango. Según se desprende de las calificaciones finales, España no sólo no progresa adecuadamente sino que necesita mejorar. Así se lo ha dicho el Grupo de Acción Financiera, un organismo intergubernamental especializado en la lucha contra el blanqueo de capitales. Esta institución además ha suspendido a las autoridades españolas en una de las asignaturas más importantes. Le ha reprochado que no hay una "adecuada supervisión" de las actividades que desarrollan los despachos de abogados, notarías, inmobiliarias, asesores, joyeros y casinos. En definitiva, que resultan más oscuras las actividades de algunos de estos profesionales que el dinero negro que sus clientes intentan blanquear.

A tenor de lo que afirme el informe, estos colectivos, que tienen por ley la obligación de informar sobre sus actividades cuando existe una sospecha de blanqueo, son unos benditos y se lo creen casi todo. Entre los años 2001 y 2004, estos profesionales sólo tuvieron la mosca detrás de la oreja en 18 ocasiones. Esas fueron las únicas veces que alertaron a las autoridades de que dos más dos difícilmente puede sumar otra cosa que cuatro. La actividad de algunos de ellos se mide por dos cosas: una, por la confianza que depositan en sus clientes, y la otra, por el dinero que sus clientes depositan en la cuenta corriente de ellos. Hay despachos a los que acudes con una bolsa cargada de billetes y con un tabique de plata en la nariz, le cuentas que te ha tocado la lotería, y te crean una sociedad con domicilio fiscal en Gibraltar para que puedas irte al Peñón a festejar el premio. Vas tres días después con un saco de cemento cargado de billetes, le dices ahora que es una herencia, y te compran una urbanización de adosados de lujo que la ponen a nombre de un desconocido, a sabiendas de lo que poco que te gusta aparentar.

El informe del Grupo de Acción Financiera viene a decir que, en el control del lavado del dinero, hay un auténtico agujero negro en estas actividades profesionales. Un churrete en el sistema al que no hay manera de sacarle color, pero que le está sacando los colores a las autoridades que tienen la obligación de controlarlo. Para este organismo tanto la operación Ballena Blanca como la operación Malaya han puesto en evidencia el papel protagonista que han desarrollado en actividades de lavado de dinero algunos despachos de abogados en colaboración con notarios, registradores e inmobiliarias. El levantamiento parcial del secreto a voces que se está viviendo en el negocio de la construcción en España está dando algunas que otras pistas de los personajes que se pueden esconder detrás de una toga o sentando en el sillón de una notaría.

El informe del Grupo de Acción Financiera debe estar equivocado. Los notarios, los abogados y los registradores son gente muy formal. Ahí tienen a José María del Nido, todo un profesional, del derecho, aclamado como presidente de un club de fútbol de Primera División. Del Nido le pasó al Ayuntamiento de Marbella facturas por seis millones de euros por rellenar toda clase de papeles. Algunas salen a más de 100.000 pesetas el folio. Ya hubiera querido Cervantes haber cobrado así no por Rinconete y Cortadillo, sino por toda su obra completa.

El Grupo de Acción Financiera no conoce España. Se equivocan cuando hablan así de estos colectivos profesionales. Un buen abogado español sabe que las cosas no son ni blancas ni negras, sino que su mundo está hecho de matices. Y en eso andan algunos. Haciéndonos comulgar con ruedas de molino e intentando que veamos que ese dinero sólo es azul oscuro casi negro, pero no negro del todo. Un dinero más normal de lo que se obstinan en denunciar esos analistas extranjeros, gente triste empeñada siempre en verlo todo de color negro, cuando en España, estas cosas, siempre han tenido matices: el del azul oscuro, casi negro.

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