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Columna
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Y para qué

Juan Cruz

Pues para vivir. Todo se hace para vivir.

Alrededor hay muerte, desolación, injusticia, un dolor inmenso, pero todo se hace para vivir. Y sin embargo, la palabra que se usa en esta época del año, cuando llega agosto con su bruma de sol, es la palabra desaparecer.

Se dice, y se ve, en los aeropuertos, en los autobuses, en los barcos, en el monte y en las cunetas. La gente se apresta a desaparecer, no está bien aquí, ya no quiere estar; quiere desaparecer.

He estado leyendo un libro de Petr Ginz (en El Acantilado), un joven checo que sufrió la persecución implacable de los nazis y mantuvo un diario suculento, lleno de las sugerencias con que los jóvenes ven el futuro, y el presente, como si el pasado fuera una brizna de nada todavía.

Mientras bombardeaban Praga, cuanto más desolado eran el paisaje familiar y el paisaje colectivo que le rodeaba, él insistía más en su pasión por vivir; dibujaba, escribía, visitaba a sus amigos, se iba haciendo con la vida como si se le fuera a apagar enseguida; anotaba los libros que leía; los prestaba, los devoraba. Quería que la vida le cogiera haciendo lo que amaba.

De vez en cuando en su diario deslizaba noticias dramáticas sobre el avance de Hitler y los suyos, y las explicaba escuetamente, "sin vuelo en el verso", como decía José Hierro, poeta del dolor y de la vida... El diario estuvo durante años sepultado en un edificio en ruinas, donde quedó cuando ya el nacionalsocialismo había culminado con el joven checo su terrible trabajo de persecución, humillación y muerte.

Alguien lo halló en esas ruinas, y ahora encuentra la luz... Antes de que se encontrara, en el Museo Judío de Jerusalén se conservaban algunos dibujos de Ginz, entre ellos uno muy notable, Paisaje lunar, con el que viajó a la Luna un astronauta israelí que murió en la misión que sucumbió a bordo del Columbia...

Sobrecoge en el libro el escueto dietario de la felicidad que elabora el chico, y cómo ese vuelo de la juventud halla al fin la tapia que fabrican los hombres para que surjan el dolor y la miseria, el final de la alegría. Siempre, en el dolor, habrá una crónica de la vida.

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