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La fiscalía de Milán dinamita la cúpula de los servicios de espionaje italianos

Investigación sobre el papel del Gobierno de Berlusconi en los vuelos secretos de la CIA

La fiscalía de Milán ha terminado de descabezar la cúpula de los servicios secretos italianos en la investigación de un secuestro de la CIA en suelo de este país, cuya víctima fue transportada en uno de los polémicos vuelos secretos. El general del Servicio de Espionaje Militar Italiano (Sismi) Gustavo Pignero confirmó que su jefe, el general Nicolo Pollari, ordenó el secuestro en Milán del imán Hasan Mustafá Osama Nasr, Abu Omar, en colaboración con la CIA.

Pignero, que sufre una enfermedad terminal, cambió varias veces su versión para no involucrar al número uno de los servicios secretos, y para defender la imagen de la institución. "Estoy muy enfermo y no tengo nada para perder", dijo, en secreto, a su colega Marco Mancini, el número dos del Sismi. "En esta historia prefiero saltar yo. Porque si salta el director, salta también el Gobierno y las relaciones con EE UU". Pero no sabía que estaba siendo grabado.

Pollariplanificó y ordenó el secuestro de Abu Omar junto con Jeff Castelli, el entonces jefe de la CIA en Italia, y sin el apoyo de los hombres de la primera división de espionaje (entre ellos el mismo Pignero y Marco Mancini), quienes le expresaron su disentimiento. Éste es el secreto que el general se iba a llevar a la tumba. Pero cuando el jueves los fiscales de Milán le pidieron que comentara la grabación, Pignero no pudo hacer otra cosa más que confesar: "Es verdad, la orden fue dada por Pollari, quien me dijo haber recibido una petición de Jeff Castelli".

Secuestrado el 17 de febrero de 2003 en Milán, Abu Omar fue trasladado a El Cairo pasando por las bases militares de Aviano (Italia) y Ramstein (Alemania), a bordo de un avión alquilado por la CIA. Desde entonces, permanece en la prisión cairota de Al Tora donde, según su familia, sufrió torturas.

Organizaciones terroristas

Abu Omar, un refugiado político, era imán de una mezquita de Milán. La policía italiana sospechaba que mantenía contactos con organizaciones terroristas. El secuestro se produjo en la calle a mediodía. Una mujer fue testigo de los hechos y los denunció a la policía. Dijo que en el grupo de secuestradores había dos personas que vestían el uniforme de la policía italiana. Los fiscales de Milán se sirvieron de las escuchas telefónicas para reconstruir la operación, ya que los supuestos miembros de la CIA utilizaron los teléfonos móviles de la Embajada estadounidense. Sólo hacían falta pruebas independientes para demostrar lo que ya sabían desde el principio.

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El círculo se fue cerrando cada vez más alrededor de los altos cargos del Sismi. Pignero y Mancini fueron llamados a declarar en la Fiscalía de Milán el 1 de junio. Al término del interrogatorio, Mancini llamó al general y le preguntó acerca de su versión. La respuesta de Pignero fue críptica: "Dejé fuera al number one (sic)", dijo. La llamada fue interceptada.

Mancini sintió que había caído en una trampa. Tuvo la sensación de que, si las cosas se hubiesen precipitado, nadie le hubiera creído. Su palabra no valía mucho frente a las de Pollari y Pignero. Así que decidió fabricarse una prueba, una carta para jugar en el momento justo. El 2 de junio citó al general y le llevó a hablar del secuestro. Pignero confirmó la versión de Mancini: la orden del secuestro llegó desde Pollari. En esta ocasión, el general explicó su plan: acusarse para salvar la imagen de la institución. No podía saber que su colega estaba grabando la conversación. En la primera semana de junio, la cinta ya había sido entregada a la Fiscalía de Milán.

Pollari tendrá que declarar el martes ante la Comisión de Control de los Servicios Secretos. Su destino aparece incierto. La Fiscalía de Milán intentará ahora establecer si también el Gobierno de Silvio Berlusconi había sido informado de la operación y, si lo había sido (cosa muy probable), cuál fue su papel. El jueves los fiscales Armando Spataro y Ferdinando Pomarici volvieron a pedir la extradición de 26 agentes de la CIA, entre ellos Jeff Castelli. En los próximos días el nuevo Ejecutivo tendrá que firmar las órdenes. En abril, el Gobierno de Berlusconi se negó a tramitar la petición de extradición, pero desde entonces la situación ha cambiado.

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