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Reportaje:TOUR 2006 | Decimonovena etapa

El gregario de Armstrong

Landis reconoce la herencia de su compatriota en su victoria y el valor de su pasado menonita

Juan Morenilla

Una gran bandera estadounidense esperaba a Floyd Landis en la línea de meta. Una bandera y una nube de cámaras que casi tiran al ganador del Tour al suelo. Tuvieron que ayudarle a bajar de la bicicleta, en parte por el cansancio y en parte porque su cadera derecha, la que los médicos le quitarán para implantarle una nueva, le impide ciertos movimientos. Empapado en sudor, Landis subió a una caravana para ver en silencio el final de la etapa, la confirmación de su victoria. Un grito de alegría salió de su interior poco después. Tras siete años de reinado de Armstrong, poco parece cambiar. Al menos la mentalidad del tejano vive en Landis, alimentada después de tres años juntos, de 2002 a 2004, en el US Postal. "Estar en un equipo con Armstrong me ayudó mucho, fue una experiencia muy particular que muy pocos pueden vivir. Lo que aprendí es que para ganar has de creer que todo es posible. Todos en el equipo viven al cien por cien para ganar el Tour y así lo creen. Es un error que tienen muchos equipos. Creen que no pueden ganar y así nunca lo harán", dijo Landis.

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Hay algo de común en las historias de Armstrong y Landis, una especie de lucha personal contra los elementos. Si el tejano superó el cáncer para transformarse, el de California ha corrido con una cadera de cristal por culpa de una necrosis que sufre desde hace dos años. En agosto o septiembre pasará por el quirófano y su futuro como profesional está en el aire. La perspectiva de despedirse del Tour con 30 años y sin una victoria se volvía insoportable en su mente. "Me hubiera marchado muy decepcionado si no hubiera ganado porque quizá no vuelva más. Ahora estoy más tranquilo y relajado para operarme. He ganado y quiero volver, el próximo año o al siguiente, pero he de regresar al Tour", explicó Landis. Armstrong le visitó hace unos días y apostó por él. Sus relaciones han mejorado después del enfrentamiento entre ambos cuando Landis dejó al gran jefe para fichar por el Phonak. El tejano cargó contra su ex compañero, que llegó a decir que no se podía ser amigo de Armstrong.

El termómetro marcaba 36 grados cuando Landis salió en la contrarreloj rumbo a su primer Tour. "¡Perfecto, perfecto, ya le sacas un minuto a Sastre!", le animaba su director, John Lelangue, desde el coche. "¡No te olvides de beber!". A la media hora de carrera ya le había arrebatado el maillot amarillo a Pereiro y nada le detenía camino de París. Subido al podio poco después, acechado por cientos de personas, Landis echó por un momento la vista atrás y recordó su pasado, la vida en Pensilvania bajo la cultura menonita, su ruptura con las costumbres de sus padres y el inicio de una vida nueva a los 19 años, su descubrimiento del mundo más allá de las barreras. "Mi pasado me ha ayudado a ganar el Tour. Mis padres han luchado mucho en la vida y me enseñaron a tener mucha paciencia. Me ha costado saber ser paciente, pero lo he conseguido", dijo; "he aprendido a sufrir y a esperar".

Óscar Pereiro, en un momento de la contrarreloj de ayer.
Óscar Pereiro, en un momento de la contrarreloj de ayer.EFE
Carlos Sastre, durante la etapa de ayer.
Carlos Sastre, durante la etapa de ayer.EFE

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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