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Crítica:X FESTIVAL DE JAZZ PALAU DE LA MÚSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Plenitud vocal

Nnenna Freelon, cuya fecha de nacimiento (para unos 1954, otros dan 1957) es imprecisa, ha desarrollado su carrera muy tarde. Desde los primeros noventa empezó a grabar para Columbia, luego para Concord, asentándose como una de las voces afroamericanas del jazz más interesantes. Tenía cierta prevención, pues sus últimos discos habían resultado desiguales. Pero el concierto resultó magnífico. Si en sus primeros tiempos siguió la estela de Sarah Vaughan, finalmente ha aflorado su propia personalidad. Es lógico, pues como tantas otras nuevas cantantes confrontadas al circulo mágico de Billie, Ella, Sarah, Anita, Carmen y Betty, se tuvo que dar cuenta del empeño imposible de igualar sus versiones inmarcesibles por la vía de la imitación. Ahora ha conseguido poner a punto su propio territorio, con nuevos procedimientos. En estándares como You and the Night and the Music, I Love You de Cole Porter o Never Let Me Go, fragmenta rítmicamente las palabras y las sílabas, concentrándose en ellas con resultados convincentes. Aún más transgresora fue su versión del vals I Feel Pretty, que compuso Leonard Bernstein para el famoso West Side Story. Lo transformó en un blues. Totalmente en scat (canto sin palabras, a base de onomatopeyas) abordó la emblemática Birk Works, de Dizzy Gillespie.

Nnenna Freelon

Nnenna Freelon (voz), Brandon McCune (piano), Wayne Batchelor (contrabajo), Kinah Boto (batería), Beverly Botsford (percusión). Sala Iturbi, Palau de la Música. Lunes 17 de julio del 2006.

El siguiente y extenso capítulo estuvo reservado a canciones asociadas con Billie Holiday, extraídas de su disco-homenaje del pasado año Sketches of a Lady. Aquí también huyó de las interpretaciones canónicas. El habitualmente rápido Them There Eyes lo cantó en tempo medio-lento. En Strange Fruit, ese fruto extraño, colgado de una cuerda, metáfora de la visión de un negro linchado en el profundo Sur, eliminó el dramatismo declamatorio que le imprimió Lady Day. El tratamiento del hermoso Willow Weep for Me resultó, asimismo, novedoso. Entre los bises, de nuevo Porter, en una reelaborada aproximación a Get Out of the Town. Los acompañantes cumplieron, especialmente el pianista Brandon McCune. Sin duda, una de las voces más importantes con que cuenta el jazz actual. Se encuentra en estado de gracia, en la plenitud de sus facultades.

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