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Tribuna:TRAGEDIA EN EL METRO
Tribuna
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La gestión del riesgo

Cuando hace más de una década el sociólogo Ulrick Beck popularizaba el concepto sociedad del riesgo como la cara anversa de otro concepto que había hecho fortuna pocos años atrás, como era el de la sociedad del conocimiento, ya introducía la capacidad y la necesidad del ser humano de gestionar el riesgo. Entre otras, adelantaba el menester de estar alerta y la obligación de disponer de medios suficientes para ofrecer respuestas inmediatas ante las catástrofes.

Los riesgos se incrementaban en la misma proporción que la sociedad se hacía compleja (E. Morin), por lo que era la mente humana la que debía ofrecer soluciones, al menos equiparables a los riesgos que aparecían. En otras palabras, se trataba de reducir el voluntarismo al tiempo que se aumentaba la profesionalización. Y no porque la función del voluntariado, surgida siempre de uno de los valores humanos más interiorizados como es la solidaridad, ya no fuera válida. Más bien se buscaban respuestas profesionales que redujesen el riesgo que todo voluntarismo comporta.

En el accidente y en la visita del Papa, el consenso viene por la profesionalidad de los servicios sanitarios y por la organización

Distantes y diferentes desgracias repartidas por el mundo han dado la razón al sociólogo alemán. Los bomberos en la ciudad de Nueva York durante el 11-S, la policía en Londres o el pueblo de Madrid durante el 11-M son algunos ejemplos claros a los que podríamos añadir otros nombres como el tsunami asiático o las inundaciones padecidas en Alemania hace algunos años o incluso el trágico accidente del estadio de Heysel.

Ahora, salvando las distancias, ha sido la ciudad de Valencia la que ha sufrido un trágico accidente, y ha tenido que pasar el examen de la respuesta al riesgo.

La coordinación ha funcionado: policía, bomberos, emergencia y sanidad han actuado con la eficiencia y el rigor que las circunstancias exigían, lo que demuestra para bien de una sociedad que a veces recurre a ejemplos externos que en los momentos de extrema gravedad las respuestas se han profesionalizado. Tres minutos después de recibirse la primera llamada de alerta del accidente del metro se pone en marcha un dispositivo formado por 18 SAMU, 6 Unidades de Soporte Vital Básico (SVB), 8 unidades de transporte no asistido, una UCI Medicalizada, una Unidad de Asistencia Múltiple a Víctimas (AMV) con el material necesario y una hospital de campaña y un vehículo de Intervención rápida (VIR). Este dispositivo permitió que 55 minutos después del accidente todos los heridos estuviesen siendo atendidos en los hospitales que ya habían activado sus planes de emergencias externas. Todo ello, obedecía a un protocolo previsto. Un protocolo que tiene en el esfuerzo de preparación y formación de los profesionales su pilar básico. Unos profesionales que una vez más se han mostrado incansables y que no se han abatido ante la catástrofe, por lo que como responsable de la sanidad pública valenciana, quiero hacer público agradecimiento de la sociedad a unos profesionales que día a día ofrecen lo mejor de su conocimiento y de su dedicación en cualquier situación y condición como acaban de demostrar.

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El segundo hecho que también ha suscitado la atención mediática y social ha sido la visita del Papa. De nuevo, en menos de una semana, debíamos pasar un segundo examen de riesgo. Miles de personas llegaban a Valencia en una concentración masiva de dos días. Había que dar una respuesta satisfactoria. Y en este caso, la mejor respuesta que todos esperábamos se produjo: las dos jornadas se desarrollaron con total normalidad.

En ambos casos, en el del desgraciado accidente del metro y en el de la visita del Papa a Valencia, y por encima de las lógicas discrepancias, el consenso generalizado viene por la respuesta inmediata y profesional de los servicios sanitarios, entre otros igualmente destacables, y por la excelente organización demostrada.

Dicho esto, quiero hacer pública mi condolencia y solidaridad a las familias de las víctimas, y mi apoyo a los heridos y sus familias. Con muchos de ellos y con los equipos sanitarios que les han atendido he tenido oportunidad de compartir el dolor, y en algunos casos la alegría por el alta recibida. No voy a olvidar ese fatídico día 3, ni los rostros desencajados de los familiares al llegar a los hospitales.

Tras este reconocimiento a las víctimas y sus familiares, considero de justicia mostrar también el agradecimiento público a los más de mil profesionales que durante las seis horas posteriores al siniestro, pero con especial énfasis, durante los 55 minutos siguientes, actuaron con una diligencia profesional y una prontitud que, como bien se ha dicho, evitaron que el número de víctimas se incrementase. Ante la duda, puede compararse la respuesta dada, por ejemplo, al Katrina en Nueva Orleans.

Y por último, indicar que la Generalitat ha mostrado ante dos situaciones bien diferentes una misma cara. La cara de la eficiencia, dicho con la mayor humildad. La cara más profesional y actualizada. En otras situaciones semejantes y muy recientes, se ensalza el valor de la voluntariedad, de cómo este valor humano engendrado en la solidaridad ha suplido las carencias que toda catástrofe genera. No es que no ha habido esa respuesta en nuestra ciudad. La ha habido y ha sido inmensa. Desde empresas e instituciones hasta profesionales y particulares, a quienes también quiero dar las gracias en nombre de la sociedad valenciana. El paso cualitativo es que la respuesta profesional ha sido suficiente.

En este caso el riesgo al que se refería U. Beck ha podido ser gestionado gracias a una respuesta eficiente del gobierno del Presidente Camps, aunque en el primero de los casos nunca quisiéramos haberlo puesto a prueba. Los hombres y mujeres de la sanidad, incluso en los momentos en que Valencia padecía su más intenso dolor, han prestigiado su profesionalidad y su humanidad, y han refrendado con creces el juramento hipocrático.

La gestión de los servicios públicos ha sido correcta y de alto nivel. Nadie lo duda a estas alturas. Y se ha complementado con una gestión transparente y detallada por parte de la Generalitat en la que la ciudadanía ha dispuesto en todo momento de cuanta información surgía. Gobierno, oposición, sindicatos y ciudadanos han dispuesto de la misma información y en el mismo momento. Una exigencia inexcusable en sociedades con una democracia avanzadas como la nuestra.

Rafael Blasco es consejero de Sanidad.

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