En la línea de salida
La primera línea de la parrilla de salida de las elecciones autonómicas está ya formada. El PSC acaba de colocar a José Montilla al lado de Artur Mas. La carrera ha empezado. Cuatro opciones esperan en la meta: un Gobierno de izquierdas reformado (es decir, un tripartito sobre otras bases), un Gobierno socioconvergente por activa -con participación de los dos grandes partidos en el Gobierno- o por pasiva -CiU con apoyo parlamentario socialista-, un Gobierno conservador por pasiva -CiU con el apoyo del PP-, o un Gobierno de frente nacionalista -CiU-Esquerra Republicana. Nótese que en cuatro de las cinco combinaciones posibles aparece CiU y sólo en dos el PSC. A Montilla le corresponde dinamitar este pronóstico consiguiendo lo que parece altamente improbable: que el PSC pueda gobernar solo, con apoyos externos. Trataré de describir en 11 puntos los preparativos de la salida. En una carrera, hay averías, encontronazos, codazos e imprevistos. Será interesante comparar la realidad del punto de partida con el resultado final.
1. A día de hoy, aunque parezca mentira, lo más probable es la repetición del tripartito. La ventaja en escaños que los tres partidos de izquierda llevan a CiU y la lentitud de los movimientos del electorado catalán hacen difícil -a pesar de la pésima imagen que el tripartito ha dejado- que se produzca un desplazamiento de voto en una sola dirección -CiU- como para darle una mayoría suficiente. De ahí la insistencia de Artur Mas en que gana el que llegue primero.
2. CiU sale a la competición en condiciones mucho mejores de lo que podía esperar. No es usual que un partido que pierde el poder después de 23 años, 3 años más tarde esté en condiciones de recuperarlo. El mérito de CiU es haber hecho el relevo generacional antes de perder el poder. El mérito de Mas es no haber cometido errores, haber hecho una oposición moderada y sin aspavientos innecesarios, y haber aprovechado la oportunidad que se le brindó por el vacío de poder en el liderazgo del Estatuto. Si recupera el poder tendrá que dar gracias a Carod Rovira por haber optado, en 2003, por la coalición de izquierdas. Se ha ahorrado un desgaste impresionante, lo cual confirma que, muy a menudo, los aciertos estratégicos te los regalan tus adversarios. Todos sabemos que si CiU hubiera podido, habría gobernado con Esquerra.
3. Esquerra ha fracasado en los dos objetivos principales de su apuesta por el Gobierno de izquierdas: no ha conseguido ganar puntos en la lucha con CiU por la hegemonía dentro del nacionalismo catalán. Al contrario, ha perdido terreno manifiestamente y entra en una fase convulsa que le puede desgastar todavía más. Y ha fracasado en su intento de demostrar que ya era un partido capaz de asumir responsabilidades de gobierno.
4. La salida de Esquerra del Gobierno ha sido un bálsamo para el PSC. Ha conseguido, por los pelos, salir librado de la responsabilidad por la sensación de desgobierno que dio el tripartito: Esquerra ha cargado por completo con esta mancha.
5. Sería de ilusos pensar que Pasqual Maragall, con su renuncia, se lleva a cuestas el resto de lastre del tripartito. El PSC sale a la carrera con la pesada carga de haber sido el puntal de un Gobierno que saltó a pedazos, no pudo completar la legislatura y terminó con la renuncia a la elección de su presidente.
6. Artur Mas tiene una campaña fácil, demasiado fácil quizá. Con un mensaje basta: ¿queréis volver al lío del tripartito? Vosotros mismos... Estas campañas aparentemente tan sencillas acostumbran a tener trampas. En política hay pocos atajos que lleven al poder.
7. El tripartito puede exhibir el éxito del Estatuto. Al PSC le es útil porque le deja libre de sospecha en el eterno debate sobre su catalanidad. Fue durante su gobierno que se consiguió lo que CiU ni siquiera buscó en su largo periodo. Pero el premio tuvo un precio alto: destrozó al Gobierno y tapó la parte positiva de su política.
8. El mapa del referéndum es alentador para CiU. El electorado de CiU se movilizó muy significativamente, el del PSC se quedó en casa en buena parte. ¿Seguirán sus votantes con la tónica habitual de desentendimiento en las elecciones autonómicas?
9. El PSC hace el gran relevo precisamente cuando tiene la presidencia de la Generalitat. Es un relevo generacional tardío: todos los demás partidos ya lo habían hecho, y es sobre todo un relevo social. No nos engañemos; lo que provoca rechazo a Montilla en algunos sectores no es tanto el lugar de nacimiento como una cuestión de clase: no pertenece a los que han gobernado siempre Cataluña, lo cual para un sector central de la sociedad catalana es muy importante. ¿El electorado socialista apreciará la importancia del cambio?
10. El escenario se perfilará en septiembre. Hay que dejar pasar el duelo por Maragall. El maragallismo es una minoría, pero ruidosa. Ahora es el momento de desgarrarse las vestiduras: qué se han creído, nunca votaré a Montilla, me paso a Esquerra, estoy dispuesto a votar a CiU, Saura se pondrá las botas... A medida que se acerque la hora de ir a votar, buena parte de estos humos se apagarán solitos.
11. La gran incógnita está servida. Por primera vez el PSC da el paso de confiar la candidatura a alguien que no responde a la imagen del catalanismo tradicional. La abstención de una parte del electorado socialista en las elecciones generales ha sido determinante para que CiU ganara una elección tras otra. ¿Cambiará Montilla está tendencia? En contra: no es una persona que responda a la imagen del candidato mediático y seductor; llega con el lastre de la mala experiencia del tripartito, de un Gobierno además que al poner tanto énfasis en el debate identitario ha alejado todavía un poco más al sector más volátil de su electorado, a juzgar por su comportamiento en el referéndum, y hay cuestiones que este electorado considera claves para las que la izquierda no ha encontrado el tono eficiente y distinto de la derecha. Por ejemplo, la inmigración. A favor: pueden identificar a Montilla más fácilmente como uno de los suyos, Maragall se asemejaba demasiado a Pujol; el tripartito ha tenido iniciativas en el terreno de la política social que, aunque no hayan tenido gran favor mediático, pueden haber tenido impacto en lugares concretos; y, sobre todo, el efecto Zapatero.
Conclusión: ¿Qué razones tienen los socialistas abstencionistas para ir a votar esta vez si no lo han hecho en las ocasiones anteriores? Es la pregunta que Montilla tiene que responder. Le va la victoria.
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