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Reportaje:TECNOLOGÍA

Electrónica rosa

La industria del ocio erótico da muestras de inventiva tecnológica

Tomàs Delclós

Los juguetes eróticos son tan viejos como la cultura y no están ajenos a las innovaciones tecnológicas. Los sitios pornográficos de Internet han estado en primera fila a la hora de emplear las aplicaciones más novedosas. Unos, para bien (micropagos, desarrollos interactivos), y otros, para mal (casos de fraude con los dialers que, en los antiguos módems, cambiaban inadvertidamente el número de conexión por uno de tarificación especial). La electrónica rosa tiene tal auge que una revista de referencia como Wired.com mantiene una columna semanal sobre las novedades en este sector.

Su autora, Regina Lynn, ha seguido atentamente, por ejemplo, los progresos en el universo de la telemática aplicada a los consoladores (tele-dildonics, en inglés). Y la inventiva del sector es realmente inaudita.

Una firma ofrece un vibrador con control remoto a través de Internet. Una tercera persona puede ordenar rotaciones y velocidades

Una compañía, Sinulator, ofrece un vibrador con control remoto a través de Internet, de tal forma que una tercera persona puede ordenar distintas rotaciones y velocidades al aparato para mayor satisfacción de quien lo esté empleando. El producto incluye el vibrador, un transmisor y un receptor, además del programa necesario para instalarlo en el ordenador.

Quien tenga la propiedad del artilugio se identifica con un nombre inventado en la página de la compañía, y quien lo conozca puede conectarse con él, solicitar a su dueño el inicio de una sesión y, con los mandos virtuales, transmitir las órdenes pertinentes, y sin cables, al vibrador (150 revoluciones por minuto de rotación y velocidades de vibración que pueden rondar las 6.500 revoluciones por minuto). La consola virtual de comandos tiene botones y palancas para el manejo. Las sugerencias de uso incluyen otros complementos, como el empleo, siempre a gusto de la propiedad, de una webcam.

Esta misma compañía ofrece sillas, de aire médico-ginecológico, con varios complementos y también control remoto por Internet. En su web hay un largo historial sobre la evolución del cibersexo, con alusiones que intentan la legitimación cultural; por ejemplo, al ensayista Howard Rheingold, que ya en 1991 teorizó sobre las posibilidades del sexo virtual.

Aunque menos participativo, Jejoue, otro juguete, también entra en el terreno de crear comunidad. Es un pequeño aparato para masajes íntimos cuyas velocidades y movimientos pueden controlarse y programarse. Estos programas pueden almacenarse en el ordenador y enviarse, por correo electrónico, a un colega para que participe de una experiencia idéntica, y viceversa.

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