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Columna
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Refundación del andalucismo

El sistema electoral español es muy duro en su nivel estatal, algo menos duro, pero todavía bastante, en el nivel autonómico y mucho menos duro en el nivel municipal. Ello no se debe tanto a la fórmula D`Hondt (la que determina el reparto de escaños en función de los votos obtenidos), como normalmente se dice, sino al número de escaños de la circunscripción electoral. Cuando el número de escaños es alto, como ocurre en Madrid (33) o Barcelona (32), la fórmula D`Hondt es neutra, no beneficia ni perjudica a ningún partido político. Cuando el número de escaños es reducido, la fórmula opera a favor de los grandes partidos. Cuanto más reducido es el número, tanto más a favor. De ahí que la posibilidad de penetrar en el Congreso de los Diputados por los partidos pequeños sea muy reducida. Y además, una vez que se ha entrado, es muy fácil salir.

En el sistema electoral autonómico la posibilidad de entrar es mayor, ya que el número de escaños en las distintas provincias es más alto, pero la barrera electoral de facto suele estar en torno al 5% en las provincias más pobladas (Sevilla, Málaga) y considerablemente más alta en las menos pobladas (Huelva, Almería). Para estar presente en el Parlamento de Andalucía hay que tener, por tanto, un nivel de representación que no es fácil de alcanzar.

En el sistema electoral municipal las posibilidades de entrar a formar parte de una corporación aumentan de manera muy considerable como consecuencia de la combinación de dos circunstancias: el número de escaños en un buen número de municipios es bastante alto y el factor humano que cuenta en las elecciones municipales mucho más que en las generales o autonómicas.

Este es el marco de referencia en el que se han celebrado todas las elecciones en España desde la entrada en vigor de la Constitución y en el que se van a seguir celebrando en el tiempo en el que es posible hacer predicciones. No se vislumbra, por el momento, ninguna propuesta de reforma con un apoyo social mensurable, que pudiera acabar conduciendo a que las Cortes Generales la hicieran suya.

Tengo la impresión de que el Partido Andalucista (PA), que quedó descolgado del sistema de representación estatal hace ya tiempo, está a punto de quedarse descolgado del sistema de representación autonómico. El PA penetró con mucha fuerza en el sistema electoral estatal en las primeras elecciones constitucionales, las celebradas en marzo de 1979, en las que obtuvo 5 escaños. No volvió a estar presente en el Congreso de los Diputados hasta las elecciones de 1996, con un solo escaño, que no revalidó en 2000 y 2004. No es previsible que pueda incorporarse en muchos años. Posiblemente nunca.

En el Parlamento andaluz la presencia del PA ha sido más numerosa y permanente, aunque las oscilaciones han sido notables. Pero parecía que el PA se había convertido en un elemento con el que habría que contar prácticamente para siempre en el interior del subsistema político de la comunidad autónoma andaluza. Hasta en las circunstancias más difíciles, el PA había conseguido salvarse de la quema y mantener su presencia parlamentaria en la Cámara del Hospital de las Cinco Llagas.

Tengo la impresión de que va dejar de ser así. El PA es ahora mismo un partido en el que están apareciendo síntomas de descomposición llamativos, que su dirección actual no es capaz de contrarrestar. Es inconcebible que el secretario general del partido no haya sido capaz de articular una sola palabra sobre la implicación de una de sus máximas dirigentes en la trama delictiva y de corrupción de Marbella y que por lo único por lo que se le recuerde en lo que va de año sea por su errática posición en el proceso de reforma del estatuto de autonomía.

La evidencia empírica de que disponemos indica que hay en la sociedad andaluza apoyo suficiente para que pudiera tener una presencia no insignificante un partido andalucista. Pero el partido andalucista realmente existente en este momento ya no está en condiciones expresar políticamente a ese sector del cuerpo electoral andaluz. El andalucismo va a tener que refundarse políticamente.

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