La vida sin Armstrong
Comienza la montaña y nadie se acuerda del Discovery, un equipo aburrido sin su gran jefe

Las mismas canciones, las mismas órdenes, el mismo jefe, el mismo resultado. Siete Tours victoriosos de Lance Armstrong derrumban cualquier cuestionamiento de esta secuencia. Siete años, demasiados para llegar a Francia y olvidarlo todo. Sólo que ya no está Armstrong, el gran patrón; ya no está el jefe para decir qué, cuándo, cómo y dónde. Hoy y mañana, los Pirineos. Y el director del Discovery, Johan Bruyneel, anda loco motivando a sus muchachos, algo impensable en tiempos del boss, cuya mirada bastaba para poner las pilas a cualquiera.
El mismo Bruyneel ha confesado que, por primera vez, no pueden ganar el Tour. Así es la vida sin Armstrong. "Más tranquila", asegura Chechu Rubiera; "corremos con más tranquilidad, hay menos bullicio alrededor del autobús, en los hoteles, y en la carretera estamos más libres". "Se nota que no está. No hay tanta presión", añade Benjamín Noval. "Vivimos un poco más desahogados", culmina Pedro Celaya, médico del equipo. Escuchándoles, en el Discovery no parecen echar de menos al jefe.
"Antes veníamos para ganar y teníamos un papel definido. Ahora hay más libertad", dice Noval
La carrera apunta hoy al cielo con la subida al puerto de Soudet y al de Marie Blanque para acabar en llano en Pau, aperitivo de los colosos de mañana: Tourmalet, Aspin, Peyresourde, Portillon y Beret. Es una de las etapas marcadas en rojo por Iban Mayo y el Euskaltel. "Todo es posible", avisaba ayer Julián Gorospe, director del cuadro vasco, nervioso y expectante.
En el autobús del Discovery reinaba una calma inhabitual. Se acabaron los tiempos en los que dos guardaespaldas escoltaban al tejano hasta la meta, corriendo a cada lado y apartando a manotazos a la gente. Se acabó el coche de policía dedicado a su protección. O el capricho de Armstrong de cerrar el comedor del hotel para cenar a solas con su novia de entonces, la cantante Sheryl Crow. Y, como recuerda Ekimov, se acabaron las aglomeraciones, los fans, la locura: "¡Es que parecíamos los Beatles!".
La vida sin Armstrong es otra. "Antes veníamos para ganar y teníamos un papel definido. Todo era para Armstrong. Ahora tenemos más libertad", explica Noval. La estrategia era la misma. Los gregarios se turnaban para protegerle. "Trabajábamos para un líder que no fallaba. Le gustaba tenerlo todo amarrado y nos exigía lo que se exigía a él", recuerda Rubiera, cinco años a su servicio. Armstrong vigilaba cada detalle. "Te hacía dar lo mejor. Te preguntaba qué tal estabas, cómo habías dormido, si tenías problemas... Estábamos a lo que nos dijese", añade Noval.
Las pulseras amarillas de Livestrong son un recuerdo. "Hablo con él todos los días. Está muy vinculado al equipo", dice Bruyneel; "pero es más fácil llevar este Tour. No tenemos que estar pendiente de cada cosa". "La tensión es menor", corrobora Celaya; "ahora somos un equipo como tantos, a la búsqueda de un líder y con objetivos más modestos". "Ha cambiado el modo de trabajar. Yo tengo más libertad para hacer algo por mi cuenta", concluye Rubiera.
La retirada de Armstrong ha dejado al Discovery descabezado. ¿Quién es el líder? Hincapié se derritió contra el crono, a Savoldelli le hace más tilín el Giro y se cree que Popovych irá a menos. Sólo Azevedo mantiene la esperanza. "Nadie nos da las garantías y la seguridad de Armstrong", dice Rubiera. "No hay un líder", asume Noval. Hasta las televisiones ven el vacío. "Su impacto fue brutal, cerca de Jordan y Woods", dicen en la cadena OLN; "nos tocó la lotería". En su equipo viven más tranquilos, pero añoran al campeón.
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