_
_
_
_
DON DE GENTES
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La tía María

Elvira Lindo

TODAVÍA HAY MUCHO que rascar en materia de biología evolutiva. Yo lanzo gratis una teoría. Espero que si algún científico me está leyendo no la deje caer en saco roto. Ahí va: dentro del consabido grupo de los Homo sapiens podemos distinguir dos importantes subgrupos: el primero sería el de los seres humanos, y el segundo, el de los directivos de televisión. El grupo de los directivos de televisión es infinitamente menos numeroso que el de los seres humanos, pero su influencia es mucho mayor. Me atrevería a asegurar que el pequeño grupo de directivos de televisión pueden joderle la vida a los habitantes humanos del resto del planeta. Tengo sabido que hay hijos de directivos de televisión que aseguran que sus padres también son seres humanos. Pobrecillos, bastante cruz tienen con haber sido concebidos por un directivo. Dicen los hijos de los directivos de televisión que sus padres, en casa, se comportan casi como cualquier ser humano. Correcto: el directivo de televisión, cuando está fuera de las instalaciones, puede pasar por ser como nosotros; pero en cuanto entra en las instalaciones, ay, ahí se ve su verdadera naturaleza. No hablo desde el desprecio -al contrario, a mí también me gustaría ser directivo de televisión-, pero con eso se nace o no se nace, y yo nací, o bien para trabajar para ellos, o bien para telespectadora. Los directivos de televisión se reproducen de la manera más rara que jamás se haya visto en una especie. Me explico: un directivo de televisión no tiene por qué tener hijos que también salgan directivos. El directivo nace por generación espontánea, o sea, el directivo de televisión vendría a ser como los de Bilbao, que nacen donde les sale de los huevos. Usted que está embarazada, por ejemplo, puede estar albergando en su vientre a un directivo y no saberlo. Es un poco como en la película La semilla del diablo. El directivo de televisión no le dice a sus padres: "Quiero ser directivo de televisión". Para nada. Lo lleva oculto el muy truhán durante todos los años de su formación hasta que logra introducirse en una cadena, y entonces se transforma, como Superman, porque al entrar en las instalaciones de una tele al directivo se le pone una cara de directivo inconfundible. Yo he tenido delante de mis narices a muchos directivos y he sentido en mis carnes que no eran seres humanos. Serían más bien titanes: mitad hombres, mitad dioses. Si al directivo le presentas un proyecto, el directivo siempre sabe, no me preguntes por qué, si el proyecto va a funcionar o no. El directivo dice cosas tales como: "A mi tía María esto no le gusta, mi tía María esto no lo entiende". Todos los directivos, aunque sean italianos, tienen una tía María que es la que corta el bacalao y para la que escriben todos los guionistas de la tele. Los guionistas de la tele rezan para que a la tía María le guste el resultado. Como a la tía María no le guste el primer capítulo de una serie, la serie se va a la mierda (hablando en plata). En realidad, todas las televisiones, públicas o privadas, trabajan para esa tía María. Hay veces que los directivos de televisión se equivocan y desdeñan un programa que luego se convierte en éxito en otra cadena; entonces lo que hacen es copiar por el morro el programa, y cuando consiguen ganar en audiencia al que despreciaron sueltan frases como: "Estaba claro; la fórmula era buena, pero fallaba el formato". Y se quedan tan desanchaos. Son frases que no entiende nadie, pero que producen un efecto paralizador en los pobres empleados. Yo fui pobre empleada y escuché muchas frases paralizadoras y enigmáticas. Pasé años escribiendo para la tía María de mis directivos. No pocas veces me volví con el rabo entre las piernas a mi máquina de escribir, mientras por los pasillos se oían los gritos del directivo: "Eso está muy bien para tus amiguitos progres, pero aquí estamos para divertir a la tía María". Los seres humanos que trabajábamos para los directivos poníamos a parir a los directivos. Eso es así desde que el hombre es hombre y la tele es tele. Para nosotros, un directivo era un individuo que se sacaba la sabiduría de la manga, que parecía que sabía mucho. Pero su misterio radicaba en que mandaba mucho. Ayer leí un reportaje que me hizo muy feliz y quisiera compartirlo con ustedes: una serie de televisión barata y alternativa fue rechazada por la cadena norteamericana NBC. Los directivos aseguraban que a su tía María esa mamarrachada le parecería una caca. Los actores, guionistas y director de la serie se quedaron desolados. Alguien, no se sabe quién, colgó la serie en la página Youtube, en Internet, y en dos semanas más de 300.000 personas entraron a ver el vídeo. De pronto, todas las leyes indiscutibles de los directivos de televisión se han venido abajo. Los internautas aprobaron democráticamente lo que los directivos habían augurado como un fracaso seguro. La pregunta del millón es: ¿y si con Internet los directivos de televisión se convirtieran en una especie en extinción? Peor aún, ¿y si con Internet los directivos de televisión se vieran forzados a ser seres humanos? No sé qué pensará mi amigo Javier Sampedro del asunto, pero todo esto puede dar un vuelco a la teoría evolutiva. Si esa especie llamada directivos empieza a tener que reconocer que no son más listos que los seres humanos, o que son igual de tontos, igual hasta confiesan que muchas de las series mejores de televisión se hicieron con la desconfianza de quien mandaba. El ejemplo más clamoroso es Seinfeld. Los directivos decían: ¿a quién puede interesarle una serie sobre tres neoyorquinos sin oficio ni beneficio con un humor tan local, tan judío? Hoy, Seinfeld es el clásico del que copiamos todos. Y a la tía María, gracias a Dios, le dieron mucho por saco.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_