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Reportaje:TOUR 2006 | Séptima etapa

"Ya vendrán los Pirineos"

Los escaladores esperan que se acabe el llano y Sastre y Pereiro reclaman el liderazgo en sus equipos tras las bajas de Basso y Valverde

Juan Morenilla

"Ya vendrán los Pirineos, ya", amenazaba Iban Mayo, chorreando sudor en la línea de meta, sin ganas siquiera de mirar el cronómetro; "ya vendrán y algunos de los que ahora son primeros caerán". Mayo, escalador, aborrece la primera semana del Tour, la de largas etapas de llano y una contrarreloj de postre. Un tostón, piensa. Mayo espera ansioso al miércoles, a que la carretera se empine y llegue su hora. "Tenía que pasar esta semana como fuera, aguantar. Éste no es mi terreno. Ha sido una contrarreloj muy dura, para especialistas que marcan aquí las diferencias. A mí, claro, se me ha hecho muy larga", dijo. Como a José Rujano, el pequeño venezolano debutante en el Tour, que marcó mejor tiempo que el líder del Euskaltel. "Que llegue la montaña y entonces veremos. Aunque haya venido al Tour a buscar experiencia y con el objetivo de ganar una etapa, quiero hacer grandes cosas y estar entre los diez primeros la última semana", afirmó. "¡Ah!, y llevarme el maillot de la montaña", apuntó para que no digan que no es ambicioso.

"Estoy convencido de que puedo luchar por estar en el podio de París", afirma Pereiro
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Entre los cabecillas quieren estar también los españoles. O eso dicen. Quiere estar Carlos Sastre, que ha visto cómo el panorama se le aclara en el CSC una vez que Ivan Basso fue excluido por niño malo y que Julich abandonó ayer por una caída. Sin los dos cabecillas, puede ser su momento de gloria, piensa. "He sido bastante regular en el recorrido. Estoy contento porque he hecho todo lo que he podido y ahora veremos cómo nos organizamos en el equipo", dijo. Y quiere estar también Óscar Pereiro por la misma regla de tres. Sin Alejandro Valverde, o el estirado Karpets o él han de dar las órdenes y el español reclamó ayer con rotundidad la batuta mientras el ruso guardaba silencio: "Valverde me ha dejado su hueco a mí, que por algo me han fichado este año. Antes era gregario y tenía que hacer todo por el líder, sacrificarme. Pero ahora, sin él, puedo meterme en alguna escapada, mirar por mí, hacer una buena general..., y la haré. Estoy convencido de que puedo luchar por estar en el podio de París y voy a demostrárselo a mi equipo día a día". Pereiro, la cara roja por no ponerse crema en los primeros días de canícula, estrenó en el prólogo de Estrasburgo un cuadro nuevo en su bicicleta porque no se adaptaba al de antes. "Con las nuevas medidas, puedo ir acoplado más tiempo. El test de esta contrarreloj es bueno para mí, es una buena referencia, es lo que quería. Me he encontrado con buenas piernas", aseguró. También Karpets es quisquilloso con su herramienta de trabajo, obsesionado con la ecuación perfecta para obtener el mejor rendimiento contra el reloj. De poco le sirvieron ayer tantos cambios.

Los franceses se dieron con un canto en los dientes con el decimoquinto puesto de Christophe Moreau, su mejor promesa... con 35 años a cuestas. Mauresmo era reina de Wimbledon y sus queridos bleus juegan hoy la final del Mundial. Qué más se puede pedir. El partido divide al pelotón. El allez les bleus [adelante los azules] de los 38 franceses se cruza en la carretera con el Forza Italia de los 23 azzurri. Más de 22 millones de espectadores vieron en Francia la semifinal contra Portugal y en la caravana se recuerda con esperanza el Tour de 1998, otra carrera manchada por el dopaje, como ahora -el caso Festina se ha cambiado por la Operación Puerto-, y otro mes de julio en que Francia llegó a la final del Mundial. Y ganó. "Ahora nos toca a nosotros", replica un mecánico italiano. Los equipos franceses son mayoría en el pelotón -cuatro: Ag2r, Crédit Agricole, Cofidis y Agritubel, por tres italianos: Lampre, Liquigas y Milram-, pero nadie se fía del catenaccio.

Los españoles, qué remedio, siguen la fiesta desde lejos. Ni la selección da argumentos para ponerse a discutir ni los corredores están para tirar cohetes. Landaluze, por ejemplo, soportó durante los últimos diez kilómetros de la contrarreloj el cataclac cataclac de un eslabón de su cadena, casi suelto, martilleándole. Astarloza, otro que espera con ganas "el terreno duro", se quejó del asfalto, "que se pegaba mucho, muy rugoso", y del viento, "que ayudaba muy poquito porque había poco o venía de cara". Y Chechu Rubiera protestó por los repechos, "uno detrás de otro, un continuo sube y baja que no te dejaba coger el ritmo".

A Txente García Acosta su director, Eusebio Unzue, le dijo que tranquilo, que lo suyo era pasar el día como pudiera, que el callo lo tenían que dar Karpets y Pereiro y que él se tenía que guardar las fuerzas para las próximas dos semanas, que buena falta le van a hacer. Desde el coche, con el megáfono en la mano, Unzue se permitía incluso bromear con su corredor. "¡Qué olorcito!", le decía al paso por un improvisado puesto de embutidos en medio del campo. Txente asentía con el casco, consciente de la tentación. Poco le faltó para echar pie a tierra y disfrutar de un bocado en un plisplás. "Hasta el kilómetro siete u ocho la carretera pica hacia arriba con algunos toboganes, luego ya es más llana", le advertía el director sobre la marcha, atento como un copiloto de rallies a las indicaciones marcadas en una hoja con los puntos más peligrosos, las curvas cerradas, las eternas rotondas, el empedrado en el interior de los pueblos, las avenidas estrechas. "Ojo, derecha tope, luego izquierda peligrosa. Cuidado que vienen dos dormilones", era el grito de aviso de Unzue, refiriéndose a dos baches en el asfalto que hacían saltar sobre el sillín al grandote de Txente. Tranquilidad a la espera de la montaña.

Carlos Sastre, durante la contrarreloj de ayer.
Carlos Sastre, durante la contrarreloj de ayer.EFE

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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