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Reportaje:

Un alcalde sin estridencias

Los 19 años de Montilla en la alcaldía transformaron Cornellà con una gestión eficaz

En la Navidad de 1985, cuando apenas hacia siete meses que José Montilla ejercía de alcalde de Cornellà, acudió a la representación de los tradicionales Pastorets en el Patronato Cultural y Recreativo que frecuentaban las familias más arraigadas e ilustres de la ciudad. Aquella versión de la obra incluía unas escenas en las que, con una rima casera y rudimentaria, se evocaban los asuntos de la vida local del último año. El pastorcillo vaticinó que la llegada de Montilla a la alcaldía supondría el arrinconamiento de la cultura catalana y la supremacía del flamenco y las sevillanas. Ya por entonces, el origen andaluz del joven alcalde era motivo suficiente para descalificarlo.

Los versos del pastorcillo no inmutaron a Montilla, que entonces tenía 29 años, y aplaudió educadamente, como un espectador más. Al acabar la obra, el alcalde acudió al camerino y alentó al actor a seguir manteniendo su espíritu crítico. El pastorcillo era Jaume Coll, ahora director de una oficina bancaria en Cornellà. "Los pastorcillos nos equivocamos para bien: Montilla ha hecho cien veces más por Cataluña que muchos catalanes de nacimiento", explica.

"Ni Moriles, ni Montilla: Cornellà", decían los pasquines cuando debutó
"En 1985 no había ni para pagar la nómina de los funcionarios municipales"

Las palabras de Coll podrían sonar ahora a presuntuosas teniendo en cuenta que Montilla puede convertirse en presidente de la Generalitat, pero ya hace mucho tiempo que el pastorcillo advirtió el error de sus versos. Coll fue en 2003 uno de los firmantes de un manifiesto ciudadano en apoyo de la continuidad de Montilla como alcalde de Cornellà, un cargo que ocupó durante 19 años y que sólo abandonaría cuando Rodríguez Zapatero le sentó a la mesa del Consejo de Ministros.

Montilla cogió la vara de mando en plena crisis industrial de Cornellà y el Baix Llobregat. Por entonces, la tasa de paro oscilaba entre el 25% y el 30% de la población activa. En su mayoría, trabajadores de pequeñas y medianas empresas, con una cobertura del desempleo que no llegaba ni al 50%.

En pocos lugares de Cataluña había a mediados de los años ochenta una conflictividad laboral tan acusada como en Cornellà y el Baix Llobregat. En el primer semestre de 1983, por ejemplo, se perdieron 229.000 horas de trabajo en aquella comarca y por entonces se presentaba un expediente de regulación de empleo cada dos días.

Fueron aquéllos años duros de reconversión industrial: en el sector de la gama blanca, el metal o la motocicleta. Cerraron las empresas Pirelli, Laforsa, Elsa, Corberó, y otras industrias punteras, como Montesa o Yamaha, vivieron grandes cambios por la crisis industrial.

"En ese marco, el Ayuntamiento de Cornellà no se limitó sólo a secundar las manifestaciones de los trabajadores, sino que apostó por el pacto, cuando eso no era nada fácil porque la economía se estaba cayendo a trozos", explica Ciriaco Hidalgo, secretario general de Industria de la Generalitat, ex dirigente de UGT de Cataluña y ex concejal del Ayuntamiento de Cornellà entre 1983 y 1999. Hidalgo es una de las personas que mejor conoce y vivió la gestión de Montilla en ese Ayuntamiento.

"De Montilla se repite que es un buen gestor, y es cierto, pero lo más importante es que desde la gestión sabe hacer política en el sentido más noble de la palabra". En el año 1985 las arcas municipales de Cornellà estaban tan vacías que apenas se podía pagar la nómina de los funcionarios. El Ayuntamiento que presidía Montilla optó por políticas novedosas que ahora sorprenden menos: compró suelo a particulares para urbanizar después y construir los polígonos industriales que actualmente existen de Famades, Almeda y Carretera del Mig. Las empresas que se instalaron y los diversos edificios de viviendas que se construyeron cosieron un territorio entonces desangelado.

El propio Ayuntamiento impulsó también la construcción de aparcamientos municipales en diversos barrios para ofrecer servicios a los ciudadanos, pero, al mismo tiempo, para revitalizar espacios públicos deteriorados. Y desde el mismo consistorio se creó una sociedad de promoción económica (Precsa), de la que surgió el primer vivero de empresas de Cataluña.

Donde antes se levantaban casuchas que se inundaban por falta de alcantarillado en el barrio de Almeda, se edificaron los almacenes Hipercor. Pero en ese mismo edificio se construyó también El Corte Inglés porque esa fue una de las condiciones que impuso el Ayuntamiento para conceder la licencia municipal. Era la primera vez que la marca apostaba en España por esa fórmula mixta, y el centro comercial es ahora uno de los mayores símbolos de promoción de Cornellà.

A la vuelta de la esquina está también la inauguración del estadio de fútbol del RCD Espanyol, que reforzará la imagen pública de una ciudad en la que desde hace más de una década existen varios hoteles de cadenas conocidas. No son proyectos emblemáticos ni obras de diseño de reconocidos arquitectos como ocurre alrededor, pero sí ofrecen un servicio y reactivan desde hace años la economía local. Un ejemplo más de iniciativas que se materializaron con la eficacia sin fuegos de artificios que caracteriza el estilo de Montilla.

"Para hacer política hay que buscar aliados, y Montilla los buscó y los encontró en los sindicatos, en los empresarios y en las instituciones", explica Hidalgo, quien considera que una de las mayores herencias de aquella época es que Cornellà sigue manteniendo un tejido industrial que mezcla los sectores emergentes con las empresas tradicionales. Donde estuvo instalada la empresa Pirelli se alzan ahora unas instalaciones del World Trade Center, en el que trabajan más empleados que entonces. Eso sí, ya no son asalariados manufactureros, sino el cuerpo de ingenieros de Siemens o los de la empresa Alstom, que investigan los nuevos sistemas de turbinas.

"Ni Moriles, ni Montilla: Cornellà". Así rezaban también los pasquines con los que fue recibido en 1985 el alcalde socialista de origen andaluz que sustituyó al psuquero Frederic Prieto, tras seis años en el cargo. "Prieto, Montilla, la misma camarilla", decían también las octavillas que lanzaron las combativas asociaciones de vecinos por el aumento de impuestos. "Aquello no era cómodo, pero Montilla no se alteró. Sólo nos pedía que trabajásemos duro porque todo estaba por hacer", recuerda Hidalgo.

Por la izquierda plural

Desde las municipales de 1983 Montilla fue ocupando varios cargos en la Diputación de Barcelona hasta que en 2003 llegó a presidirla de manera efímera, porque a los 10 meses fue nombrado ministro de Industria, Turismo y Comercio. En aquellos años coincidió con Josep Pérez Moya, actual portavoz de ICV en ese organismo provincial, quien no tiene reparos en elogiar el pérfil político del candidato socialista a la Generalitat.

"Con Montilla sabes que lo que pactas lo cumplirá. Eso tiene un gran valor en política porque, en definitiva, gobernar no es otra cosa que preocuparse por los problemas de los ciudadanos y relativizar los titulares de los periódicos", afirma Pérez. "Creo que si gana Montilla y una vez aprobado el Estatuto, se podrán consolidar políticas de izquierda y habrá menos fuegos de artificio que hasta ahora", añade.

Aunque el PSC arrasó por mayoría absoluta en la alcaldía en 1987 y en sucesivas elecciones, el alcalde Montilla apostó por un gobierno de la izquierda plural. En aquellos años fue una fórmula que el PSC no aplicaba en casi ningún ayuntamiento. En el gobierno del Consejo Comarcal del Baix Llobregat, que presidió 10 años, Montilla también quiso que estuviera representada no sólo la izquierda, sino todos los partidos.

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