Los taxistas paralizan las grandes ciudades italianas en protestas por las nuevas licencias
Los 50.000 conductores convocan una huelga y amenazan con acabar con el Gobierno de Prodi
Los taxistas italianos han declarado la guerra al Gobierno de Romano Prodi. Son sólo 50.000, pero desde hace dos días paralizan las principales ciudades y aeropuertos y han convertido Italia en un infierno. ¿Por qué? Porque Prodi quiere liberalizar el sector y ofrece ventajas para los propios taxistas, que tendrían prioridad para adquirir las nuevas licencias. Los 50.000 conductores exigen que todo siga como está y dicen sentirse capaces de acabar con el Gobierno de centro-izquierda. Hasta ahora no ha habido huelga. La primera está convocada para el próximo martes, 11 de julio.
Lo que hacen los taxistas se parece mucho a la guerrilla urbana. Ayer, por ejemplo, se concentraron a las ocho de la mañana en la plaza Venecia de Roma y la bloquearon, con lo que formaron un extraordinario atasco en toda la ciudad. De vez en cuando, una comitiva de varias decenas de vehículos a velocidad lentísima ocupa todos los carriles de la autopista hacia el aeropuerto romano de Fiumicino. Cosas similares ocurren en Milán, Nápoles, Turín y Génova. Quienes se atreven a desobedecer las órdenes de los cabecillas sufren agresiones.
Todo comenzó el viernes, cuando el Consejo de Ministros aprobó un plan de liberalizaciones que hacía referencias a los colegios profesionales, a las farmacias, al comercio detallista y a los taxis. En el plan se ofrecía a los ayuntamientos la posibilidad de aumentar libremente el número de licencias, siempre que los actuales poseedores de licencias tuvieran prioridad para comprar las nuevas. La idea era hacer de los taxistas auténticos pequeños empresarios, con al menos un par de coches y un par de empleados.
Pero los taxistas no quieren empleados ni complicaciones. Quieren que las licencias sigan siendo las más escasas de Europa (en Barcelona hay seis veces más taxis que en Milán, una ciudad gigantesca) y, por tanto, caras. En Milán o Roma, un taxista no vende su licencia por menos de 150.000 euros, y la media nacional ronda los 120.000 euros. Los taxistas italianos trabajan duro, entre 10 y 16 horas diarias, pero sus ingresos están a la altura: la compra de una licencia se amortiza en un plazo máximo de 10 años, según cálculos de las propias organizaciones del sector.
Cabecillas de la revuelta
Los cabecillas de la revuelta saben que con su protesta salvaje tienen en contra a la ciudadanía e intentan justificar el conflicto con explicaciones inexactas. El sindicalista romano Carlo Bologna afirma, por ejemplo, que las tarifas permanecen congeladas desde 2001, cuando han aumentado una media del 19%. También proclama que no será difícil acabar con un Gobierno que ganó las elecciones por sólo 25.000 votos.
Uno de los carteles pegados en el aeropuerto de Fiumicino ofrece una de las claves para entender el problema: "El Gobierno quiere que los taxis los conduzcan los negros". El gremio de los taxistas tiende a simpatizar con la derecha o con la ultraderecha, y la coalición de Silvio Berlusconi se apresuró ayer a ponerse del lado de la revuelta. La alcaldesa de Milán, Letizia Moratti (Forza Italia), anunció que el Ayuntamiento milanés no emitiría ninguna nueva licencia, y varios dirigentes de Alianza Nacional prometieron su presencia en la concentración de taxistas prevista para hoy en Roma.
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