La excepcionalidad de Berlusconi
El Milan, fundado en 1899 por un grupo de ingleses aficionados al cricket (el nombre, Milan en inglés, denota el origen), ha vivido en alternancia con su rival milanés, el Inter. Cuando uno va bien, el otro va mal. Mientras el negro y el azul del Internazionale tendían a representar a la clase media y a la burguesía local, el Milan, que eligió como colores el rojo y el negro por su visibilidad y como símbolo al diablo, atraía a la antigua aristocracia y sobre todo a la inmigración.
En los años 50, la importación de los suecos Nordahl, Liedholm y Gren (la delantera Gre-No-Li) le proporcionó grandes éxitos. Los 60 pertenecieron al Gran Inter y los 70 concluyeron, pese al scudetto de 1979, en catástrofe para el Milan, descendido de categoría en 1980 por su implicación en el escándalo del totocalcio y vuelto a descender en 1982 por méritos propios.
El magnate y futuro político Silvio Berlusconi compró en 1986 una sociedad casi en quiebra y aplicó la antigua fórmula del trío foráneo con la compra de tres holandeses, Van Basten, Rijkaard y Gullit, que unidos a Baresi y Maldini y al técnico Arrigo Sacchi marcaron una época del fútbol.
El Milan se considera una excepción en el calcio por su tradicional vocación ofensiva, y la llegada a la presidencia del inefable Berlusconi subrayó la excepcionalidad. En las dos últimas décadas, Juventus y Milan han dominado de forma abrumadora el campeonato italiano, sobre el césped y, por lo que se ve, también en los despachos y los comités arbitrales.
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