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DESDE MI SILLÓN | TOUR 2006 | Segunda etapa
Columna
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De reconciliación

Confieso que soy un bicho raro al decirlo, pero a mí estas etapas son las que me reenganchan. Confieso también que este año había perdido mucha ilusión, como creo que nos ha pasado a casi todos -algunos creo que la han perdido toda-. Yo, una vez perdida la ilusión por correrlo, la iba perdiendo también como espectador. Y también para escribir sobre él; si no podía vivirlo apasionadamente... ¿cómo iba yo a conseguir que lo que contase resultara creíble?. Además, las tardes de julio suelen ser golosas en planes para quienes pueden disfrutarlas, así que este año daría menos pena que nunca perderse la etapa del Tour pertinente.

Pero resulta que ves una etapa como la de ayer y no te queda más que coger la vía de la reconciliación con este deporte. Una etapa de las que antes se hubiese dicho que hacía afición, aunque ahora no andamos mal si podemos decir que bastante es si llega a mantenerla. Y eso que aquí decir Tour es sinónimo de montañas, Alpes y Pirineos y poco más.

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Pero para mí lo bonito de verdad son etapas como las de ayer, ésas en las que al final impera la lógica cuando la ilógica parecía ganar la batalla. Etapas en las que al final terminas pegado a la pantalla como a un imán, con múltiples y variadas alternativas de victoria.

Primero fue la larga fuga del día en la que se me coló un vecino, Aitor Hernández, del Euskaltel; se dio así a conocer al gran público, aunque para mí es Aitor, el del quinto. Le acompañaba el cántabro De la Fuente. Ambos en busca de un botín utópico, la victoria de etapa, y de otro real, el maillot a lunares rojos de la clasificación de la montaña. Finalmente De la Fuente jugó su veteranía y consiguió su objetivo rompiendo así el sueño de Aitor. Después el suizo Wegman, que ansiaba el mismo premio, trató de poner en vilo a todo el pelotón por una carretera plagada de toboganes. Y lo que realmente hizo fue preparar el terreno para el ataque más duro del día, el del alemán Kessler, que soñó con ganar pero que se despertó de golpe en los últimos 200 metros.

Ahí es donde triunfó la lógica, la que obligaba a que esta etapa se decidiese al sprint. Un nuevo triunfo de la ciencia, y no se me entienda mal, de la ciencia pura, es decir, de la matemática, del cálculo hecho por los equipos de sprinters para que nadie se escapase del redil. Ganó McEwen como podía haberlo hecho Freire, o Boonen, o Hushovd, o Bennati, da igual. Quién de verdad ganó fue la lógica.

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