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Columna
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Ladrillos y puntos

Como la realidad supera siempre a la ficción nos encontramos que todo lo que alguien podía imaginar para el cine o la literatura se ve sobrepasado por los hechos en la Costa del Sol. Como si "De un mal golpe", de Félix Bayón o "La caja 507", de Urbizu, fueran unos cuentos infantiles comparados con la crudeza de los acontecimientos. La operación Malaya (por cierto ¿por qué se llama así? ¿qué poeta de plantilla tiene la policía para nombrar sus operaciones?) va por su segunda fase y ya nos hemos olvidado de los animales disecados y el Miró en el baño de Roca.

Ahora está en la cárcel la mayoría absoluta de la Corporación municipal marbellí, con lo que incluso podrían convocar un pleno extraordinario para terminar las últimas recalificaciones con las que poder pagarse los gastos judiciales. La escena del conseguidor repartiendo sobres con dinero en metálico tiene un aire a Lopera. Lo digo por el influjo del efectivo, al que es muy amigo, según dicen, el dueño del Betis. Eso de tener el dinero contante y sonante en bolsas de plástico es una costumbre casi de tratante de ganado. Si alguien quería saber por qué en España había tantos billetes de 500 euros ya lo sabe.

Otra pregunta ¿quiere esto decir en el resto de Europa no se recalifica suelo? ¿No hay negocios inmobiliarios? ¿Es esta nuestra aportación al I+D? Quizás en Europa se dedican a otros negocios, sean televisivos, gasísticos o del acero y aquí nos gusta el ladrillo. Andalucía está llena de turroneros, sandokanes y rocas, urbanizaciones con nombre imposible como Banana Beach (la policía podía prestarles a su poeta de guardia, porque los promotores en esto no son muy ocurrentes).

Al final todo el mundo quiere su parte en el negocio nacional. En España vamos del fútbol como droga colectiva, a la construcción como vicio comunitario. Todos queremos un trozo del pastel, a cada uno según sus posibilidades, pervirtiendo el viejo adagio marxista. Todo el que junta dos duros lo mete en casas y terrenos. Los pobres que lo hicieron en sellos andan ahora desconsolados por su ocurrencia. Nos lo gastamos todo en comparar más casas, segundas, terceras residencias. Es la certeza de la revalorización. Si los presidentes de clubes de fútbol se han hecho millonarios con la construcción, el resto de los españolitos quieren su trozo. Hasta los de la VPO andan revueltos porque ellos quieren el negocio y no les dejan especular. Se dejan otros negocios menos lucrativos, sea la agricultura o la joyería. ¿Usted le compraría algo a una persona con nombre de vendedor de turrón? Da igual, aunque no lo sepa a lo mejor se lo ha comprado ya.

Donde el ladrillo no tiene tanta importancia es en Sevilla. Aquí quizás el cemento va a influir algo más en los próximos meses. El cemento de las obras del metro que tiene levantada la ciudad y del cual podría depender la reelección del actual alcalde al que todo el mundo daba por liquidado y ahora se ha convertido en claro favorito. Está por ver si las obras del metro darán o quitarán votos, aunque el resultado se juega, como siempre, en los barrios periféricos de la ciudad y no en el Arenal. Debe ser este el motivo por el cual el PP ha tenido que recurrir a una solución de emergencia, ante la negativa de Carlos Herrera y de Soledad Becerril. Al fin y al cabo Alfredo Sánchez Monteisirín es como Alemania, que aunque juegue mal, siempre gana. Tras la esperada y lógica espantá de Jaime Raynaud, se va a comer el marrón Juan Ignacio Zoido, con lo que le mandan al tostadero y de manera colateral se abre la enésima crisis en la dirección regional del PP. Javier Arenas es un amigo para el PSOE, deberían rezar para que no se fuera nunca. En este panorama no es de extrañar que a la primera persona a la que le han quitado todos los puntos del carnet de conducir haya sido a un sevillano. Ahora queda por ver los rutilantes fichajes del ex juez del PP, que puede contribuir si se lo propone a la mayoría absoluta del actual alcalde: ¿quizás alguno de los que reventaron el acto de Carrillo?

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