Autor, autor

Una vez que ya estamos todos contra el canon digital sólo queda saber qué entendemos por autor en la era digital. No es tarea fácil y es mi gran problema con la TV: nunca sé quién es el autor intelectual de las cosas que me gustan. Esta semana, por ejemplo, me llegó vía terrestre, vía Amazon, la temporada final de A dos metros bajo tierra porque ya no aguantaba más el diferido español y su maltrato en las parrillas. Y no sé a quién darle las gracias por los cinco DVD ni cómo se repartirá mi pasta gastada sólo por culpa de que aquí no estamos telesincronizados ni tenemos una sociedad de la información como el dios digital manda y exige su canon.

Resulta que por ser un compulsivo teléfilo español he tenido que pagar (39,99 euros) entre Amazon, Seur, HBO, los fabricantes de DVD y los derechos USA. Pero el verdadero problema es que a estas alturas aún no sé quién rayos es el autor intelectual de esta saga funeraria que es muy superior a las mejores narraciones contemporáneas, incluidas novelerías y peliculerías de las que conozco al dedillo el ego gordo de sus autores. En los títulos de crédito de Six feet under, como en los de toda obra televisiva, ya no existe aquella vieja idea de autor que inventó la nouvelle vague, la muy sagrada autoría sólo reservada al director. Aquí es bastante más profano. Todo son productores, productores-ejecutivos, supervisores y asistentes de producción o coproductores. Los directores y guionistas cambian en cada capítulo y sólo permanece la familia Fisher. Y lo mismo para Los Soprano, Sra. presidenta, Perdidos, House o Queer as folk.

Dado el follón en el que estamos por culpa de la SGAE , creo que es hora de revisar la muy desfasada y elitista noción de autor y universalizarla. En la era digital todos somos autores por el mero hecho de pagar el canon digital y porque copiar, desde Duchamp y Warhol, también es crear. Y que luego se las arreglen las sociedades de autores con el reembolso del canon.