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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Pintar en el espacio

En torno a la primavera de 1968, durante un periodo que no supera el año y medio, el pintor Adolph Gottlieb (Nueva York, 1903-1974) realizó un número muy reducido de obras tridimensionales que ahora se presentan, casi en su totalidad, bajo el convencional título de "esculturas", a pesar de que el propio artista escribe que le gustaba más la expresión "cuadros en tres dimensiones". Si hoy puede parecer baladí el que una obra sea denominada escultura o cuadro en tres dimensiones, en los años sesenta, desde luego, no lo fue. Sobre todo si tenemos en cuenta que las vanguardias de principios de siglo se habían logrado desembarazar de todos los tabúes heredados del pasado pero no pudieron superar la idea de la separación de los géneros, diferenciándose claramente lo pictórico de lo escultórico, a pesar de los esfuerzos de Picasso con sus "construcciones" en cartón, como las Guitarras, realizadas desde 1914, o Marcel Duchamp con los ready made, en torno a 1917.

ADOLPH GOTTLIEB

Museo Esteban Vicente

Plazuela de las Bellas

Artes, s/n. Segovia

Hasta el 3 de septiembre

Precisamente en los años sesenta algunos pintores de una generación más joven que la de Gottlieb, como Donald Judd, Carl Andre o Robert Morris, entre otros muchos, trabajaron y teorizaron buscando un tipo de obra que participara de lo pictórico y lo tridimensional, que ocupara el espacio y que no cayera en la figuración, en pocas palabras, un tipo de obra que no fuera ni pintura ni escultura. No es un texto de esta reducida extensión el lugar en el que poder explicar la complejidad de las teorías ni la riqueza de las realizaciones de aquellos jóvenes artistas, por lo que, pasando por alto este tema de fondo, me centraré en la especificidad de estos "cuadros en tres dimensiones" que resultan, ante todo, sorprendentes por su frescura, inmediatez y factura, ya que son piezas plásticamente contundentes que están resultas con la simplicidad de un maestro.

Efectivamente, Gottlieb tenía

65 años cuando se enfrenta a este experimento "con la sensación de ser un joven escultor", pero en él se encuentra la sabiduría de quien conoce los trabajos plásticos (tridimensionales) de Picasso, Joan Miró y Calder, así como la idea de "dibujar en el espacio" de Julio González que se encuentra implícita en la obra de su amigo David Smith, de tal manera que las realizaciones de todos estos artistas aparecen en las obras de la exposición como referentes inevitables. Ciertamente, los círculos, las formas estrelladas y los colores saturados de las pinturas abstractas de Gottlieb se reconocen como componentes de unas piezas en las que estos elementos han cobrado libertad y autonomía separándose del plano del cuadro para adoptar otras relaciones entre sí que se basan, generalmente, en la simple intersección de superficies planas coloreadas. Cuando el observador contempla desde un punto de vista estático una de estas obras está viendo una pintura de Gottlieb, como las que, colgadas de la pared, acompañan la exposición; pero al moverse, el círculo y la estrella, el negro y el amarillo, se han desplazado y conforman otro cuadro diferente. La exposición está muy bien montada, lo que permite que el juego del observador resulte delicioso pero, sobre todo, la eficacia visual de las obras radica en la simplicidad genérica de la propuesta. No es extraño que, una vez realizado el experimento, el propio artista no haya querido seguir haciendo más piezas, ya que cualquier elemento añadido o cualquier nueva variación haría desaparecer el encanto que logró conseguir en estas obras y se convertiría en puro manierismo.

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