Un corrido para el hijo desobediente
El candidato del PAN pide el voto en su Estado de Michoacán y en el de Jalisco, donde anunció la candidatura a la presidencia
"¡Aquí llega el hombre de las manos limpias, el presidente del empleo!". Felipe Calderón, candidato del conservador Partido Acción Nacional (PAN), avanza con dificultad, entre los abrazos de sus seguidores. Cuando sube al estrado, caen las primeras gotas de lluvia. A sus pies, Guadalajara, bastión panista del occidente de México. Es el último mitin. Dentro de cinco horas más, a medianoche, la campaña habrá terminado y los mexicanos tendrán un poco de paz antes de acudir a las urnas, el próximo domingo.
Calderón proclama su objetivo: "Un México libre, justo, seguro y democrático". Hace apenas un año, este abogado de 44 años era un desconocido para la mayoría de los mexicanos. Ahora lucha codo a codo con su principal rival, Andrés Manuel López Obrador, del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Hace un año, Calderón era un desconocido. Hoy está a un paso de la presidencia
"No quiero el México de caricatura, sino uno que mire de frente al mundo", dice Calderón
La jornada del 28 de junio ha comenzado a las 8.30 de la mañana. A la sede de campaña del PAN, habilitada en una antigua nave industrial en la capital mexicana, llegan los voluntarios y las integrantes de la red de mujeres. A esa hora lleva reunido una hora y media el llamado war room, la sala de guerra, el Estado Mayor de la campaña de Calderón. La primera etapa será la ciudad de Zamora, en el Estado de Michoacán. El candidato irá directamente desde Guadalajara, donde recaló en la gira del martes.
El descontrol logístico y los inevitables atascos del Distrito Federal provocan un retraso de dos horas. Alejandro, el conductor del autobús, las recupera en el camino, y en tres horas entra en Michoacán, feudo de los Cárdenas. Ahí nació el presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940), ahí gobernó su hijo Cuauhtémoc y ahí gobierna hoy su nieto, que también se llama Lázaro y es miembro del PRD, fundado por su padre. A pesar de eso, Felipe Calderón se siente en su casa: él también es michoacano. Por eso acude a la invitación de Zamora, que ha organizado una comida popular en una enorme bodega, con techo de zinc y suelo tapizado con hojas de pino.
Un grupo de purépechas, la población originaria de Michoacán, honra al candidato con la danza de las panaderas. El baile, un leve zapateado ejecutado por mujeres de largas trenzas, concluye con la entrega de una hogaza a Calderón, al que han colocado una corona de buganvillas y un morral. El dirigente panista promete ser solidario y atender las necesidades educativas y sanitarias de la población indígena.
María Asunción Vargas le escucha muy atenta. Es purépecha, de la comunidad de Huáncito, y tiene cuatro hijos. "Felipe tiene bonito su modo de tratar a la gente, y sé que nos va a cumplir". Asunción es alfarera, y le trae al candidato una pequeña bandeja. No se la puede entregar. Terminado el discurso, a Calderón se lo llevan en volandas, lo sientan en una mesa, donde se come un taco de carne, y sale corriendo, entre abrazos.
Tres horas después, la caravana entra en Guadalajara, capital de Jalisco. En esta ciudad, siendo ministro de Energía, se "destapó" como precandidato presidencial el 29 de mayo de 2004. El presidente Fox le recriminó su precipitación y él renunció al cargo. Fue "el hijo desobediente", título de un corrido que decora los autobuses de campaña. Contra todo pronóstico, Calderón ganó las elecciones internas del partido, logró esquivar las zancadillas de otros correligionarios y levantó su campaña.
Unas 30.000 personas abarrotan la pequeña plaza del Hospicio de Cabañas. Sobre el estrado le acompañan ahora sus tres hijos. "No quiero un México derrotado por la mediocridad y el narcotráfico. No quiero el México de la caricatura, junto al nopal, con la cabeza agachada y cubierta con un sombrero. Quiero un México que mire de frente al mundo".
Marisa lo escucha arrobada, bajo la lluvia. "No se pueden cambiar 70 años en apenas seis. Con Fox había tales expectativas que al final crea decepción, porque el Congreso le bloqueó muchas iniciativas. Pero hay que mantener lo que hemos avanzado". Eduardo Sojo, asesor de Calderón, vivió de cerca las elecciones de 2000, en las que el PAN puso fin a siete décadas de régimen del PRI. "Entonces los comicios fueron un referéndum sobre la continuidad del PRI. Hoy son un referéndum entre dos modelos: regresar al pasado, al priísmo de los años setenta, o continuar modernizando el país".
Calderón recuerda la lucha democrática del PAN. "En 1988, mis principales contendientes, López Obrador y Roberto Madrazo, estaban en Tabasco, haciendo el fraude a favor de Carlos Salinas". Pero es hora de mirar adelante, dice, y de abrir un diálogo nacional. "A diferencia de López Obrador, que dijo que mandaría a los panistas al basurero de la historia, yo aspiro a que cada mexicano pueda pensar libremente y que entre todos construyamos una patria común".
El ambiente en el estrado es de euforia, no sólo por el fin de la campaña, sino también por las encuestas internas. El mariachi entona El sol de la negra. Una señora se desmaya. "Hace un año, a Felipe apenas lo conocía un 15% de la población", dice exultante Juan Molinar, uno de los estrategas de la campaña. "Y ahora vamos a ganar".
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