Hawking, un símbolo para la ciencia china
Pekín quiere aumentar su gasto en investigación hasta el 2,5% del PIB
C omo un emperador de otro mundo, Stephen Hawking subió la semana pasada con su silla de ruedas al escenario del Gran Salón del Pueblo, llevando consigo la realeza de la ciencia y convirtiendo a China, esta semana al menos, en el centro del cosmos. De perfil desgarbado, vestido de negro y moviendo sólo un párpado para enviar sus palabras a un público hipnotizado de 6.000 personas, Hawking meditó sobre el origen del universo en la conferencia estelar de un congreso internacional sobre física. "Estamos a punto de responder a una pregunta planteada en todos los tiempos", concluyó. "¿Por qué estamos aquí? ¿De dónde venimos?".
Pero por mucho peso que tuviera su discurso, su mera presencia era un símbolo poderoso de lo que China es y de lo que le gustaría ser. China quiere sobresalir científicamente, como empieza a hacerlo económicamente, y está dedicando mucho dinero y talento a las ciencias, en especial a la física. Jie Zhang, director general de ciencias básicas en la Academia china, afirma que su presupuesto lleva varios años aumentando un 17% anual en los últimos años, ya que China pretende aumentar su porcentaje de gasto en investigación al 2,5% de su Producto Interior Bruto. En comparación, EE UU gasta algo menos del 2%, según la National Science Foundation (NSF) estadounidense.
Es difícil encontrar un físico de EE UU que no vaya a China como asesor o colaborador
"Quieren alcanzarnos demasiado rápido," dice Shing-Tung Yau, matemático de Harvard
Entre los proyectos de gran presupuesto que hay sobre la mesa, explica Zhang, se encuentran un gigantesco radiotelescopio de 500 metros en el interior de China y una instalación multinacional de física de partículas para estudiar los neutrinos. Para hacer un seguimiento de toda esta actividad, la NSF abrió una oficina en Pekín el mes pasado. La fundación señala que China ha pasado del cuarto al tercer puesto en gastos en investigación y desarrollo entre 2000 y 2006.
Mientras que algunos científicos expresan dudas de que China sea suficientemente abierta como para potenciar la ciencia de primera línea, otros se muestran entusiasmados. "China cambia a un ritmo verdaderamente asombroso", declara David J. Gross, director del Kavli Institute for Theoretical Physics, con sede en Santa Barbara, California, y Nobel de Física 2004, que ha visitado China para ayudar a reorganizar el Instituto Teórico de Pekín de acuerdo con un modelo que pueda utilizarse en futuros institutos de investigación.
La conferencia de Hawking formó parte de la muy anunciada apertura de Cuerdas 2006, congreso que durante una semana reunió en Pekín a 800 de los físicos más brillantes del mundo para hablar de la teoría de cuerdas. Imagínense, reflexionaban varios físicos teóricos presentes entre el público, que un congreso sobre física en EE UU empezara en la Cámara de Representantes.
Mientras inauguraba el congreso, Chun-Li Bai, vicepresidente ejecutivo de la Academia China de Ciencias, resaltó que la investigación científica básica tiene una "elevada visibilidad" en los cinco planes quinquenales recientes de China. "Los próximos 50 años serán bellos para el desarrollo de la ciencia y la tecnología chinas, así como para su desarrollo económico", declaró. Shing-Tung Yau, profesor de matemáticas en Harvard y principal organizador del encuentro, que califica a la teoría de cuerdas como la vanguardia de la curiosidad, espera que China se involucre más en este campo.
Hawking, de 64 años, siempre es un buen espectáculo, y su llegada desató un brote estelar de flases de cámara dignos de una estrella de rock. Cosmólogo de la Universidad de Cambridge, lleva la mayor parte de su vida en silla de ruedas debido a la esclerosis lateral amiotrófica, o enfermedad de Lou Gehrig. No obstante, se ha convertido en uno de los principales teóricos gravitacionales, encarnación de los misterios de agujeros negros y el origen del espacio-tiempo, así como autor de varios éxitos de ventas, padre de tres hijos, infatigable viajero y estrella invitada de Los Simpson y Star Trek: la siguiente generación.
Habla con ayuda de un sintetizador de voz por ordenador. Antes lo manejaba con el pulgar, pero ahora está tan débil que tiene que usar un dispositivo de infrarrojos que sigue sus movimientos oculares. Así que los flases fotográficos pueden resultar catastróficos, y Yau ordenó la salida de los fotógrafos.
La entrada estelar de Hawking por la calle donde se alza el gran retrato de Mao Zedong también tenía resonancia histórica. En la Revolución Cultural, Mao tachó a Einstein y su trabajo de reaccionarios y burgueses. Se organizaron grupos de científicos y eruditos para criticar la relatividad, porque parecía chocar con el dogma marxista de que el universo era infinito e interminable, eternamente enredado en una especie de lucha de clases cósmica. La historia ha enterrado esos aspectos del pensamiento marxista.
Prácticamente cada semana se anuncia una iniciativa de investigación o una nueva inversión en un edificio o en un instituto en China. Es difícil encontrar un físico estadounidense que no se dirija allí para asesorar o colaborar, o que no acabe de llegar de China, resplandeciente por la experiencia.
"Los chinos son tan inteligentes que te dejan impresionado", dice Andrew Strominger, teórico de cuerdas estadounidense que visita China con frecuencia. "La sensación que te da nada más llegar allí es que China pronto se va a hacer con el mundo".
Fred Kavli, cuya fundación ha financiado 10 institutos de investigación en Occidente, ha anunciado que financiará dos nuevos institutos Kavli en Pekín -en el Instituto de Física Teórica de la Academia China de Ciencias y en el Instituto de Astronomía y Astrofísica de la Universidad de Pekín-. Cada verano, cientos de científicos estadounidenses nacidos en China abandonan sus puestos en EE UU y en otras partes para colaborar, atraídos por los salarios lucrativos, el prestigio y la oportunidad de "ayudar a China".
Marvin I. Cohen, profesor de la Universidad de California en Berkeley y presidente de la American Physical Society, dice que la física ha recibido especial atención en este esfuerzo, por ser fundamental para la ciencia y por lo que él denomina su método riguroso. Él está impresionado por un moderno edificio de física construido en Pekín. "Alguien firma un cheque de 10 millones de dólares, y construyen en Pekín el edificio que queríamos en Berkeley", dice.
Construir edificios es fácil en comparación con llenarlos de personal idóneo. La mayoría de los investigadores dice que, por ahora, sus mejores estudiantes se quedan en EE UU. Todos parecen coincidir en que el sistema está plagado de política, y la repentina afluencia de dinero ha creado oportunidades de corrupción y fraude.
El mes pasado, un diseñador de procesadores, Jin Chen, fue despedido de la Universidad Jiaotong (Shanghai) cuando un bioquímico de San Diego, Shi-min Fang, reveló que el diseño de un chip procesador de señales anunciado a bombo y platillo era robado. Ese incidente y otros similares hicieron que 120 biólogos firmaran una carta de un investigador de la Universidad de Indiana, Xin-Yuan Fu, pidiendo una oficina estatal para investigar la conducta deshonrosa en ciencia. El Ministerio de Educación, efectivamente, ha establecido una comisión especial para estudiar dicha mala conducta. A Yau le satisface que China se tome el problema en serio, y afirma que hay muchos más incidentes de fraude. "Quieren alcanzarnos con demasiada rapidez", declara. "Quieren avanzar a saltos".
Algunos científicos mantienen su escepticismo. En lugar de añadir una comisión estatal más, China debería proteger la investigación fomentando la apertura, opina Fang Li-Zhi, ahora astrofísico de la Universidad de Arizona, que se refugió en la embajada de EE UU tras la matanza de manifestantes en la plaza de Tiananmen, en 1989. Hoy, señala, los caracteres de su nombre en chino están bloqueados en la Internet china. "Deberían permitirle a la gente hablar, y compartir sus opiniones con libertad", dice. "Ése es un cimiento básico".
Gross, que estaba en China cuando se produjo la masacre de Tiananmen y se resistió a volver durante 13 años, piensa que el cambio cultural es la parte más difícil de la modernización de China, pero que hay señales positivas. "Mucha gente pide consejo, pero duda a la hora de aceptarlo", dice Gross. "En China están totalmente dispuestos a explorar cómo hacen los demás las cosas. Son completamente humildes a la hora de aceptar consejos".
© The New York Times
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