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Columna
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La centésima

El pasado invierno, el presidente del PP en Andalucía dijo en público a Jaime Raynaud: "tú serás el candidato a al alcaldía de Sevilla al 99,9%". Hoy, cuando ya estamos en verano y sudando la gota gorda en esta Sevilla tan nuestra, Jaime Raynaud ha tenido que retirar su candidatura a esta alcaldía. La centésima que se reservó Arenas le bastó para estimar que, sin faltar a su palabra, podía ir negociando con Soledad Becerril su vuelta a la política municipal y sustituir a Raynaud.

Siempre he entendido que lo normal en las personas es que cumplan su palabra. Es el mínimo deber moral al que nos obligamos cuando nos comprometemos. La falta de cumplimiento supone una ruptura de un valor -el de la palabra dada- y hace poco creíble a la persona. No trato con esta opinión de reflejar un dogma y menos de fe en estos tiempos de concilios; solo trato de expresar lo que está en el sentir general de muchos y es que los compromisos están para cumplirse.

Sí, es verdad, sin llamarse a engaños, que en tiempos electorales, el presidente popular andaluz está obligado a buscar una persona que conecte y apasione a los ciudadanos. Y es posible que Javier Arenas crea que Jaime Raynaud, pese a ser el político popular que más votos ha logrado en Sevilla -se quedó a 2.000 del actual alcalde en las pasadas elecciones-, no entusiasme a los sevillanos, por lo que lo que los retos que se ha impuesto para su grupo, entre ellos alcanzar la alcaldía de Sevilla, no vayan a alcanzarse y haya optado, por esta razón, por faltarse el respeto.

Sin embargo, aún en este escenario, sigo entendiendo que ni en las formas ni en el fondo se puede actuar de una forma tan cínica como la que se desprende de ratificar públicamente a un candidato a la alcaldía al 99,9% y, al mismo tiempo, negociar públicamente su sustitución para provocar su retirada.

Una actuación, la de este presidente, que lo que me hace ver es que se encuentra en un momento de desesperación -los sondeos recientemente publicados van en este sentido- y busca con igual intensidad a quiénes cree sean capaces de arañar votos al PSOE de suerte que pueda justificar, cuando pasen las elecciones, su presidencia en Andalucía.

Una desesperación que puede terminar haciendo daño a su propio grupo. El daño se puede originar por cuanto, ante la falta de cumplimiento de los compromisos que adopta en su condición de presidente, lo normal es que estos actos tengan reflejo en la ciudadanía y responsabilice al grupo de la actuación de sus dirigentes, extrapolando su comportamiento al grupo y haciendo tan creíble sus programas como la ratificación de Javier Arenas a Jaime Raynaud con las consecuencias, a nivel de resultados, contrarias a las que se pretendían conseguir.

De ahí que, desde esta óptica y alguna más, resulte inexplicable que juegue a perder credibilidad. Una pérdida de credibilidad que, si bien en el caso de Jaime Raynaud podría recuperar su grupo dada la apuesta por Soledad Becerril, no se da en las otras opciones que baraja. Al parecer, y por si no fuera bastante la que ha montado en Sevilla, sus preferencias en la Costa del Sol van por reclutar a Bolín como candidato a la alcaldía de Benalmádena. Una incorporación menos explicable, ya que Bolín, que es el actual alcalde de esta ciudad costera como independiente, ya fue expulsado del PP tras ser detenido en Gibraltar por estar en posesión de 28 gramos de cocaína y unos videos pornográficos y actualmente aparece en diversas diligencias de la fiscalía de Málaga por delito urbanístico. Además, la Fiscalía del TSJ de Andalucía ha advertido que el ayuntamiento de Benalmádena está en "situación similar a Marbella".

En fin, que de seguir caminado en público con este grado de engreimiento que le permite asumir con naturalidad tanto el incumplimiento de sus compromisos como el fichaje de estos delanteros centros, que ya causaron baja en su plantilla por razones tan justificadas como las que se dieron, los demás grupos políticos le van a terminar poniendo un piso.

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