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Globalización financiera

Occidente mira al islam

El negocio en el mundo musulmán se ha multiplicado por 10 desde 1996

El mundo musulmán está dejando de ser un nicho exótico en el mercado financiero internacional. Los activos que mueven la red bancaria islámica se calculan en torno a los 316.00 millones de euros, y el negocio crece a ritmos de dos cifras. Esto explica el creciente interés de grandes bancos y gestores de fondos en Occidente, que no quieren dejar de dar bocado a tan exquisita tarta, donde el dinero del petróleo juega un papel primordial. Citigroup, Morgan Stanley, HSBC, UBS, Deutsche Bank, Société Général y ABN Amro son algunas de las firmas de esta competitiva industria que están creando sus filiales islámicas.

Los ataques suicidas del 11-S abrieron una brecha en las relaciones entre la banca islámica y el mundo financiero occidental, después de que se les acusara de apoyar el terrorismo. Como explican desde Lariba, la mayor compañía financiera islámica en EE UU y Canadá, esto provocó que buena parte del dinero de los musulmanes fuera repatriado hacia los bancos locales islámicos, por el miedo de que sus inversiones quedaran atrapadas por reglas financieras más estrictas. El interés reciente de los bancos occidentales podría estar motivado por la recuperación de esos activos perdidos tras el 11-S, un extremo que el mundo financiero no resiste a reconocer, y por el petróleo.

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El mundo musulmán está integrado por 57 países y más de mil millones de clientes potenciales. La mayor parte de la riqueza se concentra en los países árabes del golfo Pérsico. Aunque no existe una norma común en la banca islámica, la sharía no permite el cobro ni el pago de intereses, y tampoco que se financien proyectos que atenten contra el Corán. El modelo financiero islámico está basado por ello en la asociación; las partes se dividen después las ganancias.

Desde Yakarta (Indonesia) hasta Yeddah (Arabia Saudí), los bancos e intermediarios financieros mueven unos activos de 316.000 millones de euros (400.00 millones de dólares) en depósitos que cumplen las estrictas reglas de la sharía, según datos del Internacional Islamic Finance Forum. Si se tienen en cuenta los activos que los musulmanes poseen en bancos convencionales, esa cantidad se multiplica casi por cuatro, hasta los 1,5 billones de dólares, en gran parte gracias al negocio del petróleo. Una hucha que no ha parado de crecer desde que se creara la primera institución interbancaria islámica hace tres décadas y que se ha multiplicado por 10 en el último decenio, según datos del Sharjah Islamic Bank de Emiratos Árabes Unidos.

La banca occidental ve ahora el negocio como otra forma de hacer banca y con productos distintos a los que ofrecen entidades como el Bank Islam (Malaisia) o el Al Rajhi Banking & Investment (Arabia Saudí), que ofrecen servicios financieros limitados al respecto de la ley islámica. Reino Unido, Suiza, Malaisia, Bahrein y Dubai se están convirtiendo así en los grandes centros neurálgicos donde los bancos occidentales están estableciendo sus filiales islámicas. Citigroup es la institución occidental pionera. El gigante bancario estadounidense lleva cuatro décadas ofreciendo productos y servicios financieros a sus clientes del mundo islámico, hasta el punto que lo considera un nicho crítico para su franquicia a escala global.

El coloso estadounidense fue la primera institución financiera internacional en establecer su propio banco islámico, el Citi Islamic Investment Bank (CIIB), con sede en Bahrein desde 1996. La oficina de Citigroup está estratégicamente localizada entre Asia y Europa, y cuenta con unos depósitos superiores a los 6.000 millones de dólares. La entidad está presidida por Mohammed Al-Shroogi, responsable de la oficina del banco en Emiratos Árabes y cabeza de la unidad Corporativa y de Banca de Inversión para Oriente Medio. Al-Shroogi es el encargado de supervisar las operaciones en el Golfo (Emiratos Árabes Unidos, Bahrein Kuwait, Líbano y Jordania), Egipto, Túnez, Marruecos, Argelia, y de futuros negocios en Irak, Arabia Saudí y otros países como Yemen, Qatar y Omán.

No es casualidad que el príncipe saudí Alwaleed bin Talal sea el principal accionista del grupo financiero estadounidense. Alwaleed, que también tiene una relación estrecha con el HSBC y el Deutsche Bank, es una de las figuras que más ha lamentado la falta de entusiasmo mostrada por las firmas financieras estadounidenses por hacer negocio con los países islámicos, y en concreto con Arabia Saudí. "Oriente Medio es un área de grandes oportunidades, gracias a los activos de la región y la apertura de sus mercados locales", afirma el representante de Citigroup.

Morgan Stanley es otro de los grandes nombres que cuenta con importantes clientes en la región de Oriente Medio desde los años setenta y recientemente obtuvo una licencia para operar en Dubai. Los bancos europeos tampoco están al margen. El Deustche Bank ha anunciado una asociación de riesgo compartido con el Ithmaar Bank de Bahrein y el Abraaj Capital de Dubai para lanzar un fondo por 2.000 millones de dólares.

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